La fotografía del día de hoy en este espacio, es justo un ejemplo de quien va y captura lo que pasó, pero cuidando todo elemento e incluso su propia integridad
Solemos pensar que cuando se toma una fotografía es para que todo lo que aparece e integra el cuadro de nuestro visor es para que aparezca. El fotoperiodismo de eso se trata, de que lo que acontece ante los ojos de todos los presentes y ausentes, sea capturado sin ningún tipo de cambio o que sea una mirada tan exclusiva como subjetiva de quien lo fotografía.
El fotoperiodismo debe de ser crudo, al natural, desnudamente perfecto para la mirada de quien se detenga a observar y concluya al final del ejercicio visual, que se siente informado con la serie de elementos allí mostrados.
Pero cuando llegamos a adentrarnos en el fotoperiodismo que captura la nota roja, en donde el crimen organizado está relacionado y las muertes son una especie de objetos que representan un triunfo o un intercambio, el fotoperiodista debe cuidar bien qué incluye y qué deja de incluir en su trabajo, sin dejar de informar.
Nuestro México continúa siendo agredido y violentado, sin que nadie le repare. La gente sigue siendo testigo de masacres, cuerpos mutilados tirados por la calle, asesinatos a sangre fría, por solo decir algunos casos.
Aquella época en la que el narco estaba más al norte del país, ha quedado atrás y ahora estados que no habían tenido tan de cerca este escollo, lo están viviendo de manera terrible.
Los reporteros y fotógrafos comenzaron a ser resguardados desde aquellos primeros ataques del narco, quizá por allá del 2011. Recuerdo que el grupo Reforma comenzó a ocultar a los autores de las coberturas, pasaron a ser firmadas por “staff” y entonces el temor de que fueran encontrados para acecharlos e incluso asesinarlos, fue disminuyendo aunque no del todo.
En aquellos tiempos, en Monterrey los fotoperiodistas entendieron que a la hora de llegar a la zona de cualquier ataque, había que esperar escondidos a suficiente distancia hasta que pasara cierto tiempo y tuvieran la certeza de que ninguno de los miembros de los grupos que se habían enfrentado, regresara.
Muchos de ellos perdieron sus equipos de trabajo, aparecían de la nada a fotografiar y de las sombras salían hombres que les amenazaban y les arrebataban sus cámaras. Algunos medios decidieron comenzar a enviar a los fotoperiodistas con cámaras más sencillas y no Rebel y ni mucho menos lentes.
Los fotoperiodistas comenzaron a ser cuidados y eso fue de aplaudirse.
La fotografía del día de hoy en este espacio, es justo un ejemplo de quien va y captura lo que pasó, pero cuidando todo elemento e incluso su propia integridad.
El personal del ejército mexicano y los policías estatales resguardaban el lugar donde fueron asesinadas 19 personas en el palenque de la comunidad de La Tinaja, en Zinapécuaro, Michoacán. Al parecer se trató del Cártel de Los Correa que atacó la noche del domingo mientras se llevaba a cabo un palenque de gallos clandestino.
Vemos el auto con dos orificios de bala y el vidrio de la ventana trasera estrellado y roto casi a la mitad. Por allí viajaron disparos que dejaron sin vida a quienes iban dentro.
El policía estatal en su más clara posición de resguardo, con las piernas abiertas, sus dos manos sobre su arma y nadie más alrededor.
No le vemos la cara, por las mismas razones que comento en un inicio. Todo se cuida, todo se observa y se mira con una lupa a detalle.
Lo más llamativo y aplaudible para el sentido estético de un artista visual, como lo es cualquier fotógrafo es el toque rojo que le da como primer plano. Seguramente está detrás de un árbol con flores de este color, lo que lo difumina muy bien; o bien podría ser la cinta roja colocada para cercar el área, solo un filo.
La estética que no debe de perderse aún cuando la escena es muerte, sin dejar de componer aunque lo que esté frente a los ojos no sea algo “bonito” qué apreciar. Metinides lo sabía bien y solo es cuestión de ver su trabajo y siempre pensar en lo bien que lo hacía.
El fotoperiodista observa y captura, y si cubre la nota roja, debe de observar, cuidar y no perder la capacidad de componer en medio de la escena del crimen.
