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Hace muchos años conocí a un hombre que a todo mundo le caía bien porque se la pasaba sonriendo, una sonrisa por aquí, otra por allá y siempre lograba mantener el mismo estado de ánimo para todo.

Si se enojaba, pues no se le notaba, porque sacaba la sonrisa, si se sentía incómodo, pues también lo sabía fingir de la mejor manera porque mostraba sus dientes, hacía chiquitos los ojos y todos creíamos que no pasaba nada.

Entonces con el tiempo, parecía ser el ajonjolí de todos los moles porque entre un tema y otro, la única emoción que buscaba transmitir era que todo estaba en paz, en orden y socialmente aceptable.

Lamentablemente para él, años más tarde su psicóloga le hizo ver que lo que en realidad hacía era fingir, porque no tenía la capacidad de escuchar lo que sucedía a su alrededor, ni lo que la gente le decía.

Fue diagnosticado como obsesivo compulsivo con un alto grado de narcisismo, nos daba hasta gracia escuchar lo que nos platicaba porque aún así seguía sonriendo y lo negaba por completo, así que dejó de ir a su terapia, pero para su mala suerte las siguientes dos doctoras que por ahí encontró, le volvieron a decir lo mismo.

Desconozco si siga sonriendo e ignorando el mundo a su alrededor, pero es tan fácil recordarlo con las acciones diarias del presidente, particularmente en su actuación matutina en el hermoso Palacio Nacional.

Son pocos los días en los que Andrés Manuel en realidad no sonríe, tiene que estar muy enojado y aunque de eso también ya hemos sido testigos, en realidad el rostro más repetitivo es con una sonrisa.

Bien dicen los expertos que la manera más efectiva para ocultar emociones es fingiendo otras, es decir por más que parezca que está contento, alegre, feliz y cómodo.

Según Paul Ekman, el maestro en el estudio de las emociones y expresiones faciales ha detectado siete tipos de sonrisas: la sincera, la amortiguada, falsa, burlona, desdeñosa, temerosa y triste.

Podría describirles cada una de ellas, pero se nos iría mucho espacio, pero la sonrisa del día de hoy en la que el presidente se presentó en la mañanera, con un traje y corbata de color azul como una indirecta, directa para Ricardo Anaya y sus declaraciones.

Y más allá de los colores, es la sonrisa burlona con la que intenta fingir una de esas que sí son sinceras. La sonrisa clasificada como “burlona” o también “Chaplin” es cuando los labios se elevan en un ángulo muy pronunciado, es insolente y hasta parece que se alegra del mismo hecho de sonreír.

Eleva sus cachetes a media, provocando que uno de sus ojos se haga chiquito y el otro no tanto, le vemos los dientes con sus comisuras totalmente planas.

Tampoco nos meteremos en el tema de la subida de peso, porque los cuellos de su camisa le aprietan y el contraste que realiza con su saco al usarlo holgado y no a su medida.

Pero hoy lunes 23 de agosto el presidente despertó de buenas y con ánimos de burlarse de las declaraciones de Anaya o provocando al INE, pero olvidándose de la realidad que muchos mexicanos están viviendo allí afuera de sus rencillas personales.

Al día de hoy cinco personas murieron y seis más han resultado heridos después de la explosión en la plataforma marina Ku-Alfa de Pemex, es decir, más familias se han quedado incompletas.

Los contagios del Covid19 siguen a la alza, la tercera ola, la cual estimaban desde Palacio Nacional que ya estaba controlada y que en realidad no sería para tanto, ha hecho sumar ya más de 253mil 256 muertes.

Ni si quiera recordó a los afectados por el paso del huracán Grace en Veracruz, como los cuatro chiquitos (Kevin, Alexa, Axel y María Fernanda) y su madre (Dora Isabel Caballero) quienes murieron en Xalapa y que justo hoy fueron velados.

Lamentó las muertes, como parte de un enunciado obligado en su discurso, pero no ofreció soluciones, ni un plan de rescate para los 22 municipios declarados en emergencia por la Coordinación Nacional de Protección Civil de Veracruz.

Se habla de lo que él quiere hablar, de lo que le haga reír, de lo que se pueda burlar, pero no mira a los mexicanos en realidad, no acierta en entender las verdaderas carencias de las y los mexicanos en este momento, los que han perdido sus empleos y no han vuelto a recuperarlos, los que han perdido a sus familiares por la pandemia y no tienen cómo salir adelante con los gastos.

Ni siquiera viaja a los lugares afectados por Grace, ni mucho menos a la explosión de Pemex, porque no son las eventualidades, sino la gente que se ve afectada por incidentes como estos.

Andrés Manuel es mucho como mi ex amigo, se ríe y hace enojarse, pero no escucha y no entiende lo que el otro, es decir, lo que todos los mexicanos, le decimos, le gritamos y le exigimos, porque lo único que ve, es su reflejo en las cámaras que lo graban en Palacio Nacional.

¿En qué país vive?

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Andrés Manuel López Obrador. Foto: EFE / Presidencia de la República