Alberto Fernández deja claro que no tiene la mínima idea de ser un líder entre otros presidentes, también que está ansioso de colgarse del éxito de otros y que está desesperado por aparentar que es un gran presidente
La imagen de cualquier presidente representa a su país, y el momento en que se vive en la política interior y exterior. Por eso es la figura de mayor representación de un pueblo, y aún más si fue elegido mediante una elección democrática.
La imagen de un presidente es también un mensaje político para los ciudadanos o entre iguales. Todavía no logro entender quienes creen que la imagen no es importante, que el protocolo es innecesario y que el descuido de las normas son cosa del pasado.
La política a nivel de jefes de estado guarda un sinfín de normas, reglas, lineamientos, es decir, hay todo un know how pero sobre todo un por qué de las palabras, las acciones, los códigos de vestir y aunque usted no lo crea el ritmo al que camina un presidente.
La política por sí misma es un cúmulo de simbolismos y mensajes ocultos a los que siempre hay que estar atentos. Ahora, la imagen es tan importante que no se necesita que nadie hable para emitir un mensaje.
Siguiendo con la vehemente emoción del presidente argentino Alberto Fernández por ser anfitrión de la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), de nueva cuenta vuelve a sobrepasarse en su “estilo” de hermanar y convivir von sus iguales.
El día de ayer en un hotel de Buenos Aires, continuaron las actividades de la Cumbre, donde volvió a aprovechar el presidente argentino para saludar a los representantes de la región. De nueva cuenta sale su energía abrumadora por abrazar al presidente brasileño Lula Da Silva, al colombiano Petro y al chileno Gabriel Boric.
Dejando de lado el análisis de fondo político, que es mucho. Fernández invade el espacio personal de cada uno de ellos. Los atosiga con su cercanía de su cintura hacia arriba. Los brazos los extiende de tal forma que los quiere hacer suyos como si fueran amigos en una reunión de domingo.
En la política, un presidente no improvisa. No se salta el protocolo (por completo), aunque esto no signifique que de ves en vez pueda ser espontáneo o solucionar algún tipo de imprevisto, pero parte del cómo hacer las cosas, hay una manera de hacerlo, como lo dije en mi columna pasada, es hacer política.
A esto sumo que los protocolos, aunque sea para un evento pequeño, son pare resaltar y darle mayor respeto a la investidura presidencial. Eso es.
En las fotos podemos ver al presidente argentino abrazando a Petro con la mirada directo a él y la boca muy abierta, sus brazos se extienden en su totalidad forzando la cercanía entre uno y otro.
El saludo con Lula viene después de un abrazo exagerado y de nueva cuenta su sonrisa atosigante.
Pero la mejor foto que describe el hastío que provoca, es como su homólogo chileno Boric, en donde este último decide alejar su cuerpo hacia atrás en señal de incomodidad. Claro, allí no hay una relación de amigos, ni de manera política, ni personal. El joven Boric lo hace bien y responde al fastidioso anfitrión de la cumbre.
Alberto Fernández deja claro que no tiene la mínima idea de ser un líder entre otros presidentes, también que está ansioso de colgarse del éxito de otros y que está desesperado por aparentar que es un gran presidente y que si en su país hay inflación, es porque la gente se lo imagina, nada más.