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Después de un fuerte aumento durante gran parte del 2018, la referencia de las tasas de interés de largo plazo en Estados Unidos (la tasa del bono del Tesoro a 10 años) ha registrado una caída estrepitosa, de un nivel de 3.2% (que representaba el máximo en los últimos siete años) a 2.60% al cierre.

Para dar un poco más de contexto, vale la pena recordar que a principios del 2018, la tasa de interés de largo plazo se ubicaba en 2.40%, nivel que parecía artificialmente bajo dado el contexto de pleno empleo, una economía creciendo a una tasa vigorosa y una Fed en pleno proceso de normalización de su política monetaria que incluía nuevos incrementos en la tasa de interés y la venta de parte de los bonos del Tesoro de largo plazo adquiridos durante los años de expansión cuantitativa.

Sin embargo, desde principios del 2018, la tasa de los bonos de largo plazo empezó a subir marcadamente, alcanzando 2.9% a principios de marzo del año pasado, 3.06% en mayo y finalmente un máximo de 3.23% a principios de octubre pasado. Este máximo no era visto desde el primer trimestre del 2011, antes de que la Fed reforzara su programa de estímulos monetarios mediante la Operación Twist anunciada en septiembre del 2011 y antes del anuncio de la ampliación de su programa de estímulos cuantitativos de septiembre del 2012. El alza en la tasa de interés de largo plazo observada durante gran parte del 2018, se dio en medio de un contexto marcado por una economía que pasaba por su fase más robusta de recuperación en años —impulsada temporalmente por los estímulos fiscales— y en medio de la aceleración del proceso de normalización de política monetaria por parte de la Fed.

Sin embargo, este ciclo de debilidad en el mercado de bonos de largo plazo que llevó la tasa de 2.40 a 3.23% en nueve meses, se vio abruptamente interrumpido en el cuarto trimestre del 2018, cuando la economía global comenzó a mostrar señales de desaceleración y los mercados empezaron a descontar un escenario donde la Fed corría el riesgo de seguir normalizando su política monetaria, posiblemente contribuyendo a que la desaceleración se convirtiera en una recesión.

A partir del 8 de noviembre, la tasa de interés de largo plazo comenzó a descender de manera estrepitosa, anticipando que la economía entraría en una fase de marcada desaceleración y que la Fed posiblemente tendría que meter reversa a sus planes de normalización.

Esta lectura fue confirmada por la Fed durante su primera reunión de política monetaria de este año, en la que mandó una clara señal de no más incrementos en las tasas de interés de corto plazo y anticipó la suspensión anticipada de su programa de retiros de liquidez (que se ejecuta principalmente a través de la venta de instrumentos financieros,  incluyendo una gran cantidad de bonos del Tesoro de largo plazo).

Aunque los mercados anticipan que la magnitud de la desaceleración sea manejable, los indicadores adelantados de actividad económica del primer trimestre apuntan hacia una desaceleración mayor a la esperada. Uno de los segmentos de la economía más afectado ha sido el de la venta de casas, que sufrió por el fuerte incremento en las tasas de interés observado durante el 2018, que elevó los costos de las hipotecas.

Esta situación ha llevado a más observadores a interpretar que el ciclo actual de expansión podría estar entrando en sus etapas finales y que no sería sorprendente que en algún momento durante los próximos 12-24 meses veamos una recesión cíclica, lo cual podría significar que el próximo movimiento de política monetaria de la Fed sea una posible reducción en la tasa de interés de corto plazo en lugar de un incremento y que la pausa actual sea más corta de lo esperado hasta hace unas semanas por el mercado.

Aunque el escenario base para las tasas de interés de corto plazo es que se mantengan sin cambio durante todo el 2019, la Fed se podría ver obligada a reconsiderar esta postura si la actividad económica sigue desilusionando.