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Cuando Hugo Chávez recibió en las urnas una concentración de poder que, por ejemplo, a Pérez Jiménez en la propia Venezuela le costó ocho años matando y encarcelando, era de esperar que a un político de incultura supina como él se le ocurrieran las mayores majaderías.

Sin embargo, lo primero que se le ocurrió fue pedir a todos los medios electrónicos que se enlazaran para transmitir sus conferencias. Y fue el gran acierto de un poder absoluto que solo le arrebató la muerte.

Tanto, que las cadenas fueron heredadas por Maduro, y son seguidas (según sondeos de la empresa Delphos) por la cuarta parte del país, que es el voto duro del chavismo y principal receptor de los beneficios sociales: ciudadanos mayores de 50 años y portadores del Carnet de la Patria.

Es lógico: para informarse en Venezuela casi únicamente quedan las cadenas del presidente. Cuando apareció la primera (2 de febrero de 1999), había 89 periódicos, 25 televisoras y 23 revistas independientes. Hoy, todos están en manos del Estado, excepto tres.

Pero, el incentivo de copar la atención de los medios es entendible en gobernantes mediáticos, fascinados por sí mismos, convencidos de que el destino de sus gobernados está ligado a sus buenas intenciones: los medios les funcionan para llevar su mensaje a todas y a todos.

Es de comprender, pues, el anuncio del virtual presidente electo de México de que solicitará a los empresarios de radio y TV la transmisión en vivo de las conferencias de prensa mañaneras que ofrecerá durante su administración, tras las evaluaciones matutinas del gabinete de seguridad.

A diferencia de los anteriores mandatarios de su joven era democrática de 18 años, México tendrá desde el 1 de diciembre un presidente mediático, un político muy popular y por quien la prensa se siente atraída. No sorprendería que retorne a los periódicos la antes aborrecida “crónica presidencial”.

Al mencionar la noticia en su espacio en Canal ONCE, el conductor y articulista Javier Solórzano pareció inquieto:

“Mmmm, no señor López Obrador por ahí no va, ese es uno de los signos por el que criticaron a Hugo Chávez, que todo lo que hiciera, y sus conferencias se tenían que transmitir. Haga como le hizo cuando era Jefe de Gobierno, sin que nos dijera íbamos porque había contenido”. 

Aunque, más preocupante que las cadenas sería la persecución a sus críticos, como hacía Chávez, quien en una increpó al caricaturista Pedro León Zapata: “¿cuánto te pagaron, Zapata?”, le preguntó, al ver un cartón que decía que Chávez quería una sociedad civil sumisa.

Por eso el problema no lo serían tanto las cadenas. El problema es censurar la libertad de expresión.

El problema es creer que la opinión sea siempre comprada.