Quienes dicen que vivimos en un país que está en crisis, crisis es seguramente lo que pueden tener en sus mentes, porque no es lo que está pasando”, dijo el presidente Peña Nieto hace unos días, durante un encuentro con soldados y marinos, en el Campo Marte. Si se atiende al contexto de sus palabras, … Continued
Quienes dicen que vivimos en un país que está en crisis, crisis es seguramente lo que pueden tener en sus mentes, porque no es lo que está pasando”, dijo el presidente Peña Nieto hace unos días, durante un encuentro con soldados y marinos, en el Campo Marte.
Si se atiende al contexto de sus palabras, es claro que se refiere a la crisis económica, pero a mí me parece interesante hacerse la pregunta en general:
¿Hay una crisis en México, una crisis de a de veras? ¿Una crisis que ponga en riesgo la gobernabilidad del país? ¿Una crisis que pueda inducir la fractura del régimen político, la caída del gobierno, una rebelión popular, un golpe de Estado?
No, yo no creo que en México haya una crisis de este tipo, una crisis, digamos, a la venezolana.
Lo que tenemos en México son varias crisis sectoriales, de dimensiones innegables, que no alcanzan a producir una crisis de gobernabilidad, fractura institucional o ruptura del orden político.
Una crisis de ingobernabilidad quiere decir que el gobierno está a punto de caer o puede caer como consecuencia de su crisis. No creo que México esté en una crisis de ingobernabilidad. Lo que vivimos, me parece es una situación de baja gobernabilidad.
La diferencia entre ambas realidades parece retórica, pero es fundamental.
Venezuela vive una crisis de ingobernabilidad que no ha terminado de explotar y que puede resolverse en una revuelta popular, en un golpe de Estado o en ambas cosas. O por cualquiera de esas vías, previsiblemente, en una caída del gobierno.
No es esta la situación de México. México vive un descontento generalizado, una alta desaprobación del gobierno, una revuelta contra la corrupción, una crisis de seguridad pública, una frustración por el bajo crecimiento de la economía y un problema crónico de ilegalidad.
No hay en el horizonte mexicano un agente político que pueda canalizar todo esto hacia una crisis de ingobernabilidad, la cual, a su vez, pueda desembocar en la caída del gobierno, un golpe de Estado, una revuelta incontenible o una revolución.
Lo que hay en México es una baja gobernabilidad cuya ineficiencia tiene aún la válvula de escape de las elecciones, de la democracia. Pero hay esta crisis, y debemos pensar en ella.