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Mucha personas son las que se maravillan al observar la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Mexico, construcción ubicada al norte de la Plaza de la Constitución. Sus gigantescas torres de 65 metros de alto son un referente para todo el centro histórico; sin embargo, no siempre fue así.

Lambrines, Cristos y Arzobispos: la primitiva catedral de la Ciudad de México - imagen-1-3

Hace más de 400 años existió otra catedral, la primera que se construiría en la Ciudad de México, de dimensiones modestas, con techo de doble agua y viguería que tuvo una corta vida antes de ser demolida. La primitiva catedral de la Ciudad de México empezó a ser construida en 1524 en el lado norte de la antigua “platea” o plaza prehispánica que seguramente albergó el gran tianquiztli de Tenochtitlán, mismo lugar que los españoles dejarían sin construcciones para que fuera la plaza mayor o de armas de la joven Ciudad de México.

La traza de este primitivo templo tuvo una orientación poniente oriente, contrario al actual templo que va de sur a norte. Esto debido a una antigua creencia medieval que decía que los templos tenían que ver hacia tierra santa, el lugar donde nació, vivió y murió Jesús. El templo se levantó donde actualmente se encuentra el atrio de la catedral que sigue en pie, incluyendo la banqueta e incluso parte del arroyo vehicular. Su fachada principal daba a la plaza y al palacio del Marqués de Oaxaca, título entregado a Cortés por el propio monarca Carlos V de España en recompensa por los servicios realizados para la corona.

Hernán Cortés mandó levantar su nada modesta morada  donde en algún momento se ubicó el Palacio de Axayácatl, padre de Motecuhzoma y huey tlahtoani de Mexihco-Tenochtitlán. En el palacio prehispánico mencionado fue donde Cortés se alojó con sus huestes después de los concilios provinciales mexicanos en 1565 y 1585, y que fue remozada y embellecida  un 8 de noviembre de 1519.

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Plano de la Plaza de Armas de la Ciudad de México, mediados del siglo XVI.

En sus inicios, la primitiva catedral destacó por su sobriedad, sin embargo, cuando se realizó el tercer Concilio Provincial Mexicano en 1585, fue remozada en gran medida. Este conclave eclesiástico fue precedido por el arzobispo Pedro Moya de Contreras, el mismo que decidió contratar a los mejores artistas disponibles en la “Muy Noble y Leal Ciudad de México” para su remodelación y remozamiento.

Parte fundamental de estos trabajos fue la construcción de una nueva portada para el templo, la cual se conocería como la Puerta del Perdón.  Los canteros que realizaron esta bella fachada con características renacentistas fueron Martín Casillas y Hernán García de Villaverde, siendo su artífice  y creador el célebre  Claudio de Arciniega, vasco que ostentó el cargo de Maestro Mayor de la obra.

Se le llamó la Puerta del Perdón debido a que cuando una persona la atravesaba lo primero que encontraba era una pintura del artista flamenco Simón de Pereyns titulada la Virgen de las Nieves o del Perdón. La hermosa pintura, la cual se perdió durante el incendio que se dio en la actual Catedral Metropolitana en enero de 1967, obtuvo su nombre debido a que fue la condición que la Inquisición le impuso al artista para que se le retiraran los cargos que tenía y recobrara su libertad.

Recordemos que en la segunda mitad del siglo XVI, el Santo Oficio constantemente seguía los pasos de los hombres nacidos en Flandes y los Países Bajos debido a que en aquellas tierras el protestantismo se difundió velozmente teniendo una fuerte aceptación por sus habitantes. En 1568, Simón de Pereyns fue denunciado, por lo que fue encarcelado y torturado por la Inquisición, por lo que tuvo que acceder rápidamente a pintar una obra maestra a manera de tributo para obtener literalmente su perdón.

Finalmente, la fachada fue inaugurada en 1585, de la misma forma que finísimo coro tallado en madera por el escultor flamenco Adrián Suster. En las pinturas del retablo mayor trabajaron meses bajo constante presión nuevamente los pintores Simón de Pereyns y Andrés de Concha para que todo estuviera terminado para el Tercer Concilio Provincial.

Poco duró el esplendor del remozamiento de la primitiva catedral ya que para 1626 se empezó con las labores de demolición para dar cabida a la construcción de la nueva y monumental catedral que se había proyectado desde 1567. Estamos hablando que de una u otra manera ambas catedrales convivieron por 41 años, la antigua con su planta de cruz latina, con tres naves a la manera basilical, y la nueva siendo cimentada por 40 mil pilotes de madera a la usanza prehispánica. Sin duda lo mejor de ambos mundos fusionándose por motivos de la fe. Cabe mencionar que la parte norte de la catedral actual fue la que empezó a ser construida en dichos años, siendo finalmente terminada 1813 por el arquitecto valenciano Manuel Tolsá.

Por fortuna, la famosa Puerta del Perdón fue rescatada, ya que se consideraba un sacrilegio que fuera destruída, al menos este era el pensamiento del arzobispo Juan Pérez de la Serna. Por esa razón decidió reubicarla en el templo de Santa Teresa la Antigua, ubicada en la actual calle de Lic. Verdad. La principal razón de que se le otorgara a este templo se debe a que dicho arzobispo era protector de las monjas carmelitas, las cuales se establecieron en la Nueva España a inicios del siglo XVII.

Como si fuera un rompecabezas gigante, se movió piedra por piedra, talla por talla a Santa Teresa la Antigua bajo la supervisión del cantero Manuel Sánchez a partir del 28 de junio de 1625. Muchos años después, el 14 de julio de 1691, se decidió mover nuevamente la antigua portada ahora al templo de la Purísima Concepción, el cual se encontraba adosado al antiguo Hospital de Jesús fundado por Hernán Cortés en 1524.

Se firmó un contrato entre el bachiller Joseph Lombeyda y el arquitecto y cantero Juan Durán, donde este último se comprometía a llevar a cabo el traslado piedra por piedra de la sagrada fachada, así como labrar y colocar la representación de una escultura de Jesús Nazareno en un nicho de la estructura. Por este trabajo se le pagarían trescientos cincuenta pesos de oro, con lo cual contrataría “oficiales y peones”.

Con éxito lograría Durán mover la portada al lugar designado, en el cual aún se mantiene como un símbolo inequívoco de la fe católica y de la habilidad de los canteros que trabajaron en ella. Incluso aún podemos disfrutar en un nicho al Cristo, que convaleciente, lleva una cruz sobre su espalda tal y como lo solicitó el bachiller Josheph Lombeyda. Cualquier transeúnte que camine por la calle de República del Salvador entre 20 de Noviembre y Pino Suárez puede observar la portada con más de cuatrocientos años de antigüedad, la misma que vio pasar a los más poderosos nobles novohispanos y a los más piadosos de los arzobispos de la Ciudad de México.

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Nicho donde se colocó la talla de Jesús de Nazaret cargando la cruz. Foto de Benjamín Arredondo

En la actualidad, pocos remanentes y vestigios quedan, aparte de la portada, de la primitiva catedral de la Ciudad de México. Entre estas piezas podemos encontrar las basas o zócalos octagonales de piedra de chiluca que sostuvieron las grandes columnas del antiguo templo, las cuales están en la esquina sureste del atrio de la catedral. Queda claro que estas piezas se realizaron reutilizando las antiguas representaciones de deidades, serpientes emplumadas y altares que los mexicas realizaron para embellecer sus templos y palacios.

Esto es evidente en una de estas basas ubicada dentro de la zona arqueológica de Templo Mayor, donde en su parte inferior se puede aún ver las estrías del vientre de una serpiente. También existen algunas ventanas arqueológicas ubicadas en el mismo atrio, donde podemos ver incluso lambrines realizados por Gaspar de Encinas el viejo, procedente de la población española de Talavera de la Reina. Dicho personaje fue el primero que cobró importancia al trabajar la cerámica vidriada de Talavera en la Nueva España. Después de revestir con estas hermosas piezas algunos detalle de la primitiva catedral, como escalones, capillas y guardapolvos, se mudaría a vivir a Puebla, donde fundaría un taller para enseñar los secretos de su oficio, el cual tendría gran aceptación y fama, volviéndose la talavera la artesanía más famosa de dicha ciudad.

No cabe duda que hay todavía mucho que investigar sobre la primitiva catedral metropolitana, a pesar de la luz arrojada sobre su historia por investigadores como Toussaint, de la Maza y Guillermo Tovar y Teresa, falta mucho por conocerse. Precisamente a este último le dedico este breve texto por sus conocimientos en el tema.

Lambrines, Cristos y Arzobispos: la primitiva catedral de la Ciudad de México - enrique-ortiz-1-150x150Enrique Ortiz García es un amante de la historia y cultura de México. Desde hace más de ocho años se ha dado la oportunidad de romper algunos de los mitos históricos de nuestro país develando verdades y dándolas a conocer a través de sus redes sociales que ya suman más de 200 mil seguidores. Conferencista, divulgador y cronista, ha colaborado en distintos espacios, entre los cuales destacan Ciudad TV, Unicable, El Foco de ADN 40, así como en varios sitios digitales como Proyecto 10, BuzzFeed y Huffington Post México. Cree firmemente que la historia debe ser tangible y cercana a la gente sin términos rebuscados o personajes acartonados. Su objetivo es reivindicar los valores que nos legaron las culturas originarias de estas tierras, así como los héroes que nos dieron patria. Finalmente, escribe un libro y  disfruta dar visitas guiadas los fines de semana por las calles del centro histórico de la Ciudad de México, espacios conventuales y en zonas arqueológicas.