La voz de todos, se silencia cuando aplaudimos, cuando no nos hacemos tontos, no nos hacemos ciegos ni nos hacemos sordos
El ciudadano, ese ser perfecto cuando alienta en multitud e imperfecto cuando se queja, protesta y exige.
La voz del ciudadano como la más ignorada, la menos escuchada, la más costosa pero la que todos los que llegan al poder, la rechazan y prefieren silenciarla.
En los países democráticos, los ciudadanos somos el target cada tiempo electoral y después, pasamos al olvido, al área de la eterna espera, al “permítame”, al “le paso el código QR y envíe sus dudas” y si muy bien nos va nos envían con un bot en whatsapp que nos contesta mecánicamente.
Hoy es Perú, que desde diciembre ha salido a protestar contra la toma de protesta de Dina Boluarte como presidenta, después de la destitución de Pedro Castillo por intentar cerrar el Legislativo, intervenir en la judicatura y gobernar por decreto. Pues ahora los peruanos están en las calles gritando y exigiendo que sea destituida y cierren el Congreso, así como la convocatoria a las elecciones generales y a la asamblea constituyente.
La cobertura periodística va desde gritos moderados, hasta los ataques de la policía que repelen a los jóvenes que saltan a exigir alguien que los gobierne con integridad y lealtad. Pero la voz no es suficiente, ni las sociedades civiles, ni la intención de un diálogo calmado y certero.
El ciudadano es también el que siempre sale perdiendo.
El que se queda sin su casa porque el gobierno le expropió la tierra, y nadie lo recibe, nadie le soluciona y todos lo dejan sin hogar. Quienes pierden a sus hijos o familiares, porque nunca más aparecieron o porque aparecieron muertos, descuartizados, violadas, tiradas y echas trapo, que descubren que las supuestas fiscalías no les ayudan, no les escuchan, no les abren la puerta, no buscan hacer justicia.
Los ciudadanos que terminan pagando más impuestos pero que no ven el fin de ellos en una mejora en su cuadra, en la colonia, en el barrio y a donde va. Los que al final pierden el acceso a un servicio de salud gratuito, porque el salario mínimo no alcanza, porque pagar a un doctor es imposible y no hay nadie que tampoco lo escuche.
Los ciudadanos que creyeron en un candidato, redonditos en cada propuesta que en realidad era mentira y que hoy se comprometen con ellos mismos no votar y elegir por impulso, enojo o rencor.
¿Quiénes somos los ciudadanos? Aquí en México somos los acarriados, los enemigos, los fifís, los que salen a marchar, las mamás que lloran alrededor de un “ahuehuete”, los papás que ven cómo la físcalia se burla de ellos y la muerte de sus hijas, somos los enemigos, los que no tenemos voz, porque no valemos, mas que cuando emitimos un voto.
Que allí tampoco es nuestra voz, es una simple rayita que emula nuestra “libre expresión” en decidir si fulano o mengano.
En la foto es Perú. LA señora tan bella vestida, queriendo entablar un diá lo go ante la ignorancia de la policía al no saber qué hacer con esa voz, con esa exigencia.
Su voz se queda allí, entre esos cuatro o cinco elementos que la observan, pero no la oyen.
La voz de todos, se silencia cuando aplaudimos, cuando no nos hacemos tontos, no nos hacemos ciegos ni nos hacemos sordos.
