Los astros de la economía global se alinean para Trump, como refiere The Economist en su edición penúltima, pero la torpeza política del propio Trump puede arruinar hasta su buena suerte. Circula en las redes un divertido resumen de algunas de las promesas mayores de Trump para los primeros cien días de su gobierno y … Continued
Los astros de la economía global se alinean para Trump, como refiere The Economist en su edición penúltima, pero la torpeza política del propio Trump puede arruinar hasta su buena suerte.
Circula en las redes un divertido resumen de algunas de las promesas mayores de Trump para los primeros cien días de su gobierno y cómo las ha dejado la realidad.
1. “Derrotar a ISIS en 30 días” (tachar los 30 días).
2. “Prohibir entrada a musulmanes” (tacharlo dos veces).
3. “Rechazo y sustitución del Obamacare” (tachar “rechazo”, tachar “sustitución”, dejar “Obamacare”).
4. “Construir un Muro y hacer que México lo pague” (tachar “hacer que México lo pague”).
5. “No jugar mucho golf” (tacharlo todo).
6. “Investigar a Hillary” (ni el primer intento).
7. “Drenar el pantano de Washington” (cambiar a: “sustituir el pantano con mis amigos”).
8. “No hacer recortes a Medicare” (tacharlo todo).
9. “Rechazar el salario de presidente” (tacharlo todo).
10. “Construir el oleoducto de Keyston con acero estadounidense” (tachar “acero estadounidense”).
11. Culpar a Obama y a los medios por las promesas que Trump no puede cumplir (no tachar nada: cumplimiento pleno).
Tras esta broma corre la constatación de que Donald Trump está pagando precios altos por su simpleza de propósitos públicos y su desposesión absoluta del oficio político mínimamente requerido para gobernar un sistema político tan complejo como el estadunidense.
Cuentan que Harry Truman se reía en la oficina oval imaginando la frustración de su sucesor, Dwight Eisenhower, un general acostumbrado a dar órdenes, cuando empezara a dar órdenes como presidente, y nadie le hiciera caso.
Trump está descubriendo que los propósitos simples requieren maniobras complejas para hacerse realidad, que la realidad es la última vara de medir de la política, y que su absoluto desconocimiento del oficio político, y del oficio, más enredado aún, de ser presidente, puede ser un regalo envenenado de los dioses.
No es impensable una presidencia corta de Trump, interrumpida por la acumulación desastrosa de sus errores en el primer año, una acumulación impagable incluso para sus partidarios en el “pantano de Washington”.