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“Un enemigo es alguien cuya historia no has escuchado”

Wendy Brown

Las mujeres han alzado la voz y están decididas a modificar el entendimiento de la estructura cognitiva y social de la relación mujer-hombre-sociedad. Una rebelión no encaja en el proceso de racionalización de un gobierno por muy transformador que parezca. Entender la complejidad de la rebelión morada se encuentra intrínsecamente relacionada con el cambio de roles y valores de la sociedad mexicana.

Las mujeres se han rebelado contra la estructura “machista y patriarcal”, pero sobre todo contra el Estado que ha sido permisivo con las prácticas violentas incrustadas en las entrañas de gobierno y sociedad. Un hombre por definición no puede ser feminista, y tiene muy pocos elementos para comprender la lógica de la “supervivencia femenina” en la estructura social construida por los “machos”.

El varón como un Frankestein moderno parece en esta coyuntura, como asegura el filósofo Slavoj Zïzek, “un asesino monstruoso” que se resiste a su pérdida de poder, y por ello, agrede y violenta.
Su lucha pretende derrumbar patrones culturales en una sociedad en esencia “conservadora”.

Ambiciona derribar sumisión y desigualdad, y en ello, seguirán encontrando resistencias. De ahí, las críticas a la “violencia sembrada” durante las marchas y las manifestaciones recientes.

La violencia contra las mujeres está asociada a la subordinación y a su exclusión de la vida pública. En esta coyuntura, el reto de los gobiernos y de la sociedad en su conjunto, es no solo reconstruir el discurso de revaloración feminista, sino vincularlo a las abiertas necesidades y requerimientos de la sociedad toda.

Zizek explica que los cambios en los patrones culturales impulsados por el feminismo “provocan una reacción de los varones que experimentan como una amenaza”, y los actos de violencia se convierten entonces en una “manifestación espontánea de energía salvaje y brutal que rompe las cadenas de las costumbres civilizadas”. Un acto de reacción irracional ante la pérdida de poder.

La rebelión morada es una corriente que encontrará sustento y fortaleza cuando las mujeres trabajadoras de menores recursos se sumen abierta y completamente, en ellas está el futuro del movimiento morado. Sin embargo, cualquier rebelión que se respete, conlleva riesgos. Esta lucha diría Zizek,” les está permitiendo luchar por sí mismas; asumir el riesgo”.
¿Qué podemos hacer los hombres en esta lucha? Nada. La liberación de la mujer debe ser obra de la mujer, no un regalo ni tampoco una concesión de los varones. Los “nuevos derechos” derivados de esa revuelta implican necesariamente un proceso de interacción y negociación con el hombre. No como una imposición sino como un constructo de una nueva realidad social donde el hombre construya “nuevas masculinidades”, y la mujer haga lo suyo, creando “nuevas feminidades”.

En este intercambio habrá “conservadores de derecha y de izquierda” que se opondrán a su curso. Al principio señala Peter Sloterdijk, la actitud de “comprenderse el uno al otro” tiene que complementarse con la actitud de “no interponerse en el camino del otro”. Es el principio.

De la libreta

a) El Gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat designó a la mexiquense Carolina Monroy, prima de Enrique Peña y del Gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, como Jefa de Oficina de la Gubernatura oaxaqueña. Hay cientos de mujeres oaxaqueñas serias y profesionales dignas de ocupar tal encargo. La decisión, sin duda, una afrenta para ellas.

b) Se ha desatado la guerra al interior del Cártel de Sinaloa. Hay una abierta confrontación entre el bando del Mayo Zambada y los hijos del Chapo Guzmán. Se acabó la sociedad. La ruptura avecina tempestades.