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Al combativo grito de “abrir o morir”, los restauranteros de la Ciudad de México y parte del Estado de México, decidieron saltarse a la torera las restricciones impuestas por un gobierno cuyo (falso) credo es prohibir las prohibiciones, y hartos de plazos inciertos, auxilios insuficientes y oleadas de meseros, meseras, galopines; pinches de cocina, cocineros, acomodadores de automóviles y cantineros, empobrecidos, decidieron estallar la “rebelión de los manteles”.

Seguramente no llegará los límites de la guerra de los pasteles, del siglo XIX, pero el hecho es simple: las decisiones del gobierno no son admitidas por una buena parte de la población.

Y no se aceptan esas medidas administrativas porque no se tiene confianza en una autoridad cuyo manejo de la epidemia ha sido errático, equivoco, contradictorio y sobre todo, mentiroso. Nunca se habían dicho tantas falsedades en materia alguna como en este caso del contagio masivo.

Hoy es muy fácil echar mano del archivo mendaz. Cualquier conferencia mañanera resulta útil para tal finalidad. Auxiliado por la contabilidad de DD, reproduzco estos fragmentos (casi todos del año pasado):

“28 febrero. “No es, según la información que se tiene, algo terrible, fatal. Ni siquiera es equivalente a la influenza”/AMLO/ Casos confirmados: 3. Muertes reportadas: 0.

“14 marzo. “No nos van a hacer nada los infortunios, las pandemias”/AMLO/ Casos confirmados: 41. Muertes reportadas: 0.

“16 marzo. “La fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”/López-Gatell/ Casos confirmados: 82. Muertes reportadas: 0.

“18 marzo. “El escudo protector es la honestidad, eso es lo que protege, el no permitir la corrupción […] detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”/AMLO/ Casos confirmados: 118. Muertes reportadas: 0.

“23 marzo. “No dejen de salir […] sigan llevando a la familia a comer, a los restaurantes, a las fondas”/AMLO/ Casos confirmados: 367. Muertes reportadas: 4”.

Después de tan singulares ideas, expresadas cuando más necesarias eran la cuarentena real, las pruebas y el respaldo a los médicos y todo el sector sanitario, el tiempo transcurrido de aquellas felices fechas a este, no ha sido sino un absoluto desperdicio de tiempo.

Las limitaciones de movilidad tuvieron un impacto económico tremendo para todos, menos para el gobierno cuyo optimismo mendaz no tiene límites, tanto como para escuchar al Señor Presidente, a fines de año decir ufano y contento (en apariencia), “cerramos muy bien el año”.

La estrategia de los (i) responsables de manejar la epidemia desde el ángulo sanitario fue gradualista; es decir, gradualmente se fueron dosificando los encierros, las cifras y la realidad. Por eso ahora nadie les cree.

En vez de un cierre definitivo de seis meses, por decir un lapso, prefirieron seis cierres de un mes cada uno con lo cual fueron jugando con las expectativas de la gente a la cual llevaron hasta los límites de ahora: la desesperación y la desesperanza.

La capacidad de negar la realidad y ponerle al mal tiempo buena cara es una envidiable condición de los idiotas o de los actores. Y en este sentido el gobierno está lleno de grandes actores. Todos merecen “Oscar” o de menos “Globos de oro” o “Arieles”. Con cuanta cachaza salen a decir pavadas cuando los hechos son contundentes e insobornables.

Cuando López Gatinflas habló de la imposible catástrofe de sesenta mil muertos por la epidemia, estaba tasando los límites de su renuncia.

Cuando ya habíamos pasado los ciento veinte mil cadáveres, la doble catástrofe, si las hubiera, solamente recibió el espaldarazo presidencial, con lo cual el jefe del Estado se contaminó con la incompetencia de su alabado subsecretario vocero y lacayo.

Hoy la rebelión de los manteles es consecuencia del descredito de quien manda. Si los inspector del gobierno del DF llegan a clausurar los negocios, el verdadero “cacerolazo” será incontenible.

“Las curvas no van a bajar y los hospitales van a seguir saturados, pero no una semana, seguirá los próximos tres meses, la petición atenta es aprendamos a equilibrar la economía con las muertes, van 133 mil muertos en el país, pero han cerrado 120 mil restaurantes, casi tenemos un restaurante cerrado por un muerto”, declaró en entrevista Germán González, presidente de Cadenas de Restaurantes de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera (Canirac).

“Detalló que la industria ha perdido 400 mil empleos, y que los apoyos de 2 mil 200 pesos que ha otorgado el Gobierno de la Ciudad de México a empleados no es suficiente.

“Lo anterior porque el apoyo es para aquellos que radiquen en la Ciudad de México, y hay otro 50 por ciento de los empleados que suelen ser del Estado de México, quienes se quedan sin ese apoyo”.

GREMIOS

Tradicionalmente desunidos, sin ninguna organización aglutinante capaz de agruparlos a todos, los periodistas mexicanos han creado grupos pequeños –efímeros y fugaces la mayoría–, de solidaridad gremial.

Existió una Fraternidad de Reporteros, conocido es el Club de Periodistas de México, con sus buenas cosas y su larga vida, la Asociación Mexicana de Periodistas de Radio y Televisión; hace tiempo la Asociación de Reporteros Gráficos, la Fapermex, y muchas más, entre ellas, el Club Primera Plana y el Museo de la Caricatura, a un tiempo centro de reunión y también espacio de exhibición de la obra gráfica.

Pues estos dos últimos están en las ´últimas.

El Club Primera Plana, con sus provechosos intercambios profesionales con China, entre otras cosas, ha perdido su sede. La extraña casa de Humboldt 5, en las afueras del Metro Hidalgo, cerca del periódico “La Prensa” y la escuela Carlos Septién García, sufrió la cancelación del comodato por su inmueble.

Y el museo de los moneros, es una ruina sísmica a la cual nadie le tira un lazo.

Todavía este semáforo rojo, al cual le opuso tanta reticencia la señora jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, hasta verse rebasada por una realidad brutal, fue dosificado con cuentagotas. Y no se atreve gobierno a decir, se amplía la alerta por tiempo indefinido.

Su mejor frase ha sido, prohibido prohibir. Por eso viene después las rebeldías.