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Desde hace tiempo, la PGR cuenta con elementos para llamar a declarar por los hechos del 26 de septiembre a José Luis Hernández Rivera, el filósofo, historiador y politólogo de 62 años, director de la escuela normal rural de Ayotzinapa. Sólo el temor político explicaría que la Procuraduría no haya requerido a quien, al menos, sabría que sus estudiantes de primer ingreso iban al matadero en Iguala, y que mezclados entre ellos viajaban dos, si no es que tres jóvenes del grupo criminal Los Rojos.

La detención hace unos días de El Cepillo Felipe Rodríguez no le deja margen de maniobra a la PGR. La declaración de El Cepillo sería la sexta (El Chereje, El Pato, El Seco, El Jona y El Cochiloco) que refiere algún grado de conocimiento del director Hernández Rivera sobre lo que podría ocurrir cuando los rapados de Ayotzinapa arribaran a Iguala, capital de los Guerreros Unidos, para cumplir dos objetivos: estropear el evento del presidente municipal José Luis Abarca y su esposa, María de los Ángeles Pineda, y robar camiones para las protestas del 2 de octubre.

En los juzgados federales primero y tercero de Matamoros obra, por ejemplo, esta declaración de El Jona:

“Entonces se hizo un solo montón humano, del lado izquierdo estaban los asfixiados y del lado derecho a los que se mató con un tiro en la cabeza. Los que quedaron vivos empezaron a decir que entre ellos había un hombre de apodo El Cochiloco que estaba vivo, quien venía al frente del grupo de muchachos, indicaron que eran estudiantes de Ayotzinapa y que El Cochiloco, quien era de Los Rojos, estaba asociado con el director de la Normal de Ayotzinapa. Todos coincidían en señalar a El Cochiloco, quien era el culpable de que estuvieran ahí, mencionaron que todos los de primero de la Normal los obligaban a raparse como una novatada, además de obligarlos a realizar protestas y marchas, y que entre medio de ellos se meten a gentes de Los Rojos” (causas penales 123/2014 y 1/2015).

José Luis Hernández Rivera, director de la Normal desde septiembre de 2012, ha dicho que la del 26 de septiembre fue “la tragedia de mi vida, el holocausto, lo peor”. Y es probable que nada tuviera que ver con la masacre. Pero seis testimonios hilados fuerzan a preguntar ¿qué sabe de ese viaje suicida de 125 kilómetros al corazón de las tinieblas que emprendieron sus alumnos?

Hoy se cumplen cuatro meses de la masacre. Cuatro meses, también, de protección de la PGR a Hernández Rivera. Por mínimo prurito procesal tendría que citarlo ya. Y para terminar de armar la narrativa.

MENOS DE 140. Maduro dirá que le pagarán cientos de miles. Pero Felipe Calderón no cobrará ni un dólar partido por la mitad por estar hoy en Caracas.