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LIC. RAQUEL BUENROSTRO,

SECRETARIA ANTICORRUPCIÓN Y

BUEN GOBIERNO:

 +En el arca abierta,

hasta el más justo peca.

Refrán popular

Cuando inició su sexenio, Andrés Manuel López Obrador dio un impulso importante a la Secretaría de la Función Pública, bajo la titularidad de Irma Eréndira Sandoval. Una de las medidas de la entonces secretaria para vigilar el desempeño de las distintas dependencias federales fue tener bajo su tutela a los Órganos Internos de Control (OIC); estos últimos se encargarían de auditar y fiscalizar el gasto, además de contribuir a la transparencia. No andaba errada doña Irma en insistir que la cadena de mando de los OIC debería ser hacia la Función Pública, a fin de que la estructura jerárquica de la dependencia no sesgara las auditorías y revisiones.

Usted recordará, doña Raquel, que todos los OIC fueron trasladados a la Función Pública, todos excepto dos: los de SEDENA y SEMAR, pues consideraban “inviable” la transferencia, aduciendo que ambas secretarías se regían por una normatividad distinta al resto. Se ve que el general Luis Crecensio Sandoval y el Almirante Rafael Ojeda convencieron muy fácil al entonces mandatario, porque a los tres días accedió a su petición (El Universal, 11/9/2025).

No debiera extrañarnos que el OIC de Marina no alertara sobre las fechorías de los hermanos Farías en torno al huachicol, pues en las auditorías que realizó a lo largo de seis años, todas resultaron impolutas; cero observaciones.

Lo anterior nos lleva a reflexionar con cierto sospechosismo sobre todas las obras y los cientos de miles de millones que las Fuerzas Armadas manejaron y siguen manejando alrededor de las obras emblemáticas. Recordemos, por ejemplo, la edificación de Dos Bocas.

En un principio, las licitaciones internacionales para la construcción de la refinería se declararon desiertas porque ninguna firma se comprometía a llevarla a cabo en dos años; adicionalmente, el presupuesto de ocho mil millones de dólares les resultaba corto y estimaban que costaría 12 mil millones dólares.

Ni tardo ni perezoso, don Andrés encomendó la obra a los militares y no solo eso, mediante decreto presidencial declaró que eran obras de seguridad nacional, sellando así todos los procesos y contratos alrededor de Dos Bocas.

El punto es que la refinería acabó costando alrededor de 20 mil millones de dólares, porque los militares serán muy obedientes con las órdenes del comandante supremo, pero levantar refinerías no está en el manual del buen militar. Entre los elementos que incrementaron su costo estaría que omitieron la etapa FEED, es decir, el diseño de ingeniería de front-end para controlar los gastos del proyecto antes de dar inicio a la construcción.

Dos Bocas tiene otras fallas, como el hecho de que está construida sobre humedales, donde lo mismo hay inundaciones que hundimientos. Otros expertos señalan que la tecnología eléctrica utilizada no es de última generación, además de que no hay los ductos adecuados para sacar el producto (cuando lo haya). Y hoy en día no sabemos bien a bien cuánto costó, qué empresas participaron y si eran las que ofrecían mejor precio y la mayor calidad técnica.

El caso del Tren Maya estuvo peor, doña Raquel. No tuvo un presupuesto, pero para 2019 se aprobó una partida inicial de 120 mil millones de pesos.  Conforme se construía, fueron cambiando las rutas y al final terminó costando 515 mil millones de pesos, aun cuando el propio AMLO dio una cifra menor durante la inauguración.

El Tren Transístmico, la única mega obra con una posible rentabilidad, para 2024 tenía un costo estimado de 80 mil millones de pesos para las tres líneas, ya que la rehabilitación de las vías férreas ha resultado una tarea más compleja de lo que inicialmente se consideró. Nuevamente, falta de planeación.

El actual gobierno todavía puede dar un paso al frente y evitar la opacidad del Tren Transístmico y de la segunda etapa del Tren Maya; asimismo, cabe esperar que los Polos de Desarrollo del Plan México se manejen de manera distinta. Lo cierto es que es necesario que se rindan cuentas de los dineros de los contribuyentes y se combata la corrupción, con controles llevados a cabo por personal independiente de la jerarquía de la dependencia, indispensables para prevenir los malos manejos.

Como lo ha demostrado el caso del huachicol, creer que portar un uniforme de las Fuerzas Armadas hace a las personas inmunes a la corrupción es un sueño guajiro que nos sale muy caro a los mexicanos.

Con la colaboración de Upa Ruiz

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