Se prodigan explicaciones ininteligibles de cómo votar; se insiste en que no es tan difícil, si se toman estas precauciones y aquellas otras
Notable la cantidad de análisis que hay en los medios sobre los intríngulis, los secretos y las mejores formas de participar en la elección del Poder Judicial del 1 de junio.
Notable que se diga que un 15% de afluencia ya sería un éxito, que un 5% quizá no, pero que incluso un 5% estaría bien, porque los jueces habrían sido elegidos por más de una persona, no como antes o como hasta ahora, que los elegía sólo el presidente.
Notable que se abran sitios con análisis de los mejores candidatos para los puestos más importantes. Que se hable de la elección como un primer experimento a mejorar y no como el engendro burocrático y la imposición política que es.
Se prodigan explicaciones ininteligibles de cómo votar; se insiste en que no es tan difícil, si se toman estas precauciones y aquellas otras.
Al mismo tiempo, las autoridades electorales suprimen garantías en materia de custodia y conteo de los votos; se declaran incapaces de echar de la elección a candidatos vinculados al crimen; y autorizan la promoción oficial, urbi et orbi, del engendro.
El proceso es a la vez ininteligible y vergonzoso.
El gobierno está dispuesto a tragarse el sapo y a hacer el ridículo con una elección del 15% o el 5% de votantes, porque su ganancia será enorme: obtendrán dominio pleno sobre el Poder Judicial, además de una instancia disciplinaria para los jueces que se salgan de control.
Parte de la crítica ingenua a esta maniobra electoral es decir que su diseño es inepto, que hay que ser idiota para diseñar algo tan complicado.
Por el contrario, creo que es un diseño astuto, intencionalmente enredado, para que sólo pueda manejarlo quien lo creó.
Y eso en sus dos momentos claves: durante la elección, a la hora de llevar gente a votar; y después de la elección, a la hora de contar y completar los votos.
El galimatías electoral es sólo el disfraz del propósito simple de manipulación que hay debajo. Los análisis que estamos viendo para explicar lo inexplicable contribuyen a normalizar lo público grotesco.
Como dice Diego Valadés, citado ayer por Carlos Marín, aquí, en MILENIO: las “elecciones” de junio “ya están hechas”.