Elecciones 2024
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El rostro y el cuerpo entero cubierto por una capa tejida de un temor constante de que mientras duermen, algún ataque aéreo bombardee su hogar y desaparezca en un parpadeo junto a sus hijos.

La existencia limitada a un velo impuesto por la cultura su política y el patriarcado, que solo les oprime el miedo y la vida.

El físico y sus voces amenazados, porque no pueden ser vistos y ni mucho menos escuchados. Expuestas a ser encarceladas, privadas a tener un empleo de manera formal, o a ser despojadas de cualquier posibilidad de acudir a estudiar o conformarse en los niveles más básicos.

Ellas las que son apartadas de recibir servicios de salud y de sus propios derechos económicos, políticos y sociales, para poder casarse a partir de los 15 años.

Aunque también, otras tantas mujeres en Palestina han aprendido a soportar el peso del velo, y han salido a las calles a integrarse a las resistencias contra la ocupación israelí, a mezclarse entre movilizaciones sociales y demostrar que también pueden ser líderes, aunque no se les vea mas que la mirada y su voz se escuche por debajo de la tela que les oculta sus labios.

Un retrato que pareciera no tener sentido, porque no vemos más allá que una mujer que mira de manera directa al fotógrafo, el fondo fuera de foco y todos de espalda. La luz de un atardecer que no alcanza si quiera a iluminar la línea delgada del rostro de la mujer que simula observarnos.

Reproducimos lo que Mohammed Saber, el fotoperiodista de EPA y EFE vio la tarde de hoy en la Franja de Gaza.

Ellos viviendo un enfrentamiento entre bolas de goma y gases lacrimógenos contra el Ejército israelí en la valla de separación y nosotros desde el mundo occidental, miramos sin entender que ella, la mujer que vemos es parte del grupo catalogado como “alborotadores o manifestantes”, porque ha ido perdiendo miedo y ganando valor para involucrarse en este tipo de actos y acciones sociales.

Lacan decía que la manera de estar en la fotografía o en un cuadro, es en la manera en que la mirada nos lleva hasta allí. Cuando nos dividimos mirando lo que es posible ver y lo que no, como el peso del burka y su enorme significado lleno de restricciones mas que de adulación a una costumbre, como suele decirse, de su propia religión.

Su mirada nos coloca de frente a ella, en esa misma tarde con ese miso sol. Bajo los sonidos de las manifestaciones, en donde hubieron más de 15 heridos, y la violencia no cesó.

Ella con una cicatriz entre la nariz y su frente, con sus ojos delineados de color negro y sus pestañas con rímel, ella valiente, ella que se ha atrevido o que ya se atreve lo que un día le dijeron que no podía hacer.

Todavía carga el velo, aún se tapa y sigue sintiéndose oprimida pero ya mira lo que antes no le permitían ver, y ya lucha por lo que nadie le dijo que se podía luchar siendo mujer.

La experiencia completa a través de una mirada, simbólicamente desconocida porque nos colamos hasta su propio horizonte, el que ella ve y el que nosotros llegamos a imaginar.

La mirada como un poder de cambio y de conquista por las mujeres.

La fotografía y su capacidad de trasladarnos, el retrato con su poder de mirarnos y poder mirar, así celebro mi colaboración número 200 en este espacio digital.

Agradezco a quienes me han seguido la pista y siguen leyendo la imagen y disfrutándola como yo.

Doscientas veces, gracias.

La mirada de una mujer palestina - 99c8e367745bdea2b277911defd0d14725770584w
Foto: EFE/EPA/MOHAMMED SABER