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A unos cuantos días de que se cumplan cinco años de lo sucedido en Iguala, Guerrero, la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre, cuyo saldo fue la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas, expresó su inconformidad por la liberación de Gildardo López Astudillo, “el Gil” y 24 inculpados más -policías municipales- en el caso.

La liberación de los presuntos culpables ocurrió, en opinión del subsecretario Encinas, “como las viejas prácticas que se dan en sabadazo y día de puente”. De ahí su indignación que lo hizo manifestar que las resoluciones del juez, Samuel Ventura Ramos, que ordenó la excarcelación de los reos, “demuestra la podredumbre del sistema de impartición de justicia en el país”. (El que pusieran libres a los imputados lo emputó).

En la misma conferencia de prensa Encinas Rodríguez anunció que la Fiscalía General de la República (FGR) presentará recursos e iniciará todo lo legalmente necesario para que el ex procurador Jesús Murillo Karam, el ex titular de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) Tomás Zerón de Lucio, y el ex titular de la Unidad Especial para el Caso Ayotzinapa, José Aarón Pérez Castro, enfrenten procesos jurídicos por el incumplimiento de sus responsabilidades en la investigación del asunto.

Por su parte, quien fuera gobernador de Guerrero cuando ocurrió el suceso, Ángel Aguirre Rivero, defenestrado de su cargo a raíz de esos hechos, el martes se presentó, con varios de los que fueron sus colaboradores, ante el subsecretario Encinas y la Comisión para la Verdad y el Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa. En su declaración aseguró que el presidente Peña Nieto “se negó a recibirme” y, por lo tanto, no conoció la verdad estatal del caso. El representante legal de los familiares de las víctimas, Vidulfo Rosales, comentó que hubo varios puntos planteados que no fueron respondidos ni por Aguirre ni por alguno de sus colaboradores.

Y a propósito del Rey de Atlacomulco, éste se asomó ayer acompañado de su novia. En efecto, Enrique Peña Nieto y Tania Ruiz fueron vistos en un exclusivo restaurante japonés de Nueva York. Según la nota periodística, para pasar desapercibidos, la pareja optó por ir disfrazados. Ella se puso una peluca rubia de pelo largo, amarrada con una cinta roja, a la manera de los hippies; él iba irreconocible: se disfrazó de persona honrada.

Como van las cosas, ya se derrumbó la verdad histórica proclamada por Jesús Murillo Karam, el día que se sintió cansado. Dicha verdad se sintetiza así: Los normalistas fueron incinerados por miembros del cártel Guerreros Unidos que los confundieron con sus enemigos los Rojos. Los aventaron a la barranca del tiradero de basura de Cocula donde hicieron un círculo con piedras y los acomodaron como leña. Uno de los delincuentes trajo diésel o gasolina y se la echaron a los muertos a los que también les pusieron leña y llantas y con esos materiales ardieron durante 14 o 15 horas hasta quedar calcinados.

Desde un principio la versión del hidalguense me pareció increíble. Fue por eso que en mi columna del 14 de noviembre del año 2014 cuestioné sus argumentaciones. Por principio de cuentas me parece mentira que un grupo de delincuentes como los Guerreros Unidos no tenga bien ubicados y reconocidos a sus enemigos –los Rojos- y no sepan las clases de armas que usan como para haberlos confundido con estudiantes desarmados.

Enseguida argumenté que la pira humana constituida por 43 cuerpos tuvo que ser enorme. ¿Para qué acomodar cuerpos humanos como si con ellos fueran a hacer una fogata si no son inflamables? Además pesan, supongamos 60 kilos cada uno; ¿cuántas personas se necesitan para acomodar 43 cuerpos en la forma ya descrita?

Otra cosa, un cuerpo humano se calcina a una temperatura de 1,100 grados, ¿Cuántos litros de combustible fueron necesarios para mantener esa temperatura durante 14 o 15 horas? ¿En dónde quedaron los recipientes del combustible? ¿Cuántas llantas y cuántos kilos de leña emplearon para la magna hoguera? ¿De dónde sacaron la leña? ¿Nadie percibió la enorme fogata ni el olor a carne humana? ¿A los posibles estudiantes los quemaron con todo y relojes, celulares y otros objetos de valor? O, ¿les confiscaron las pocas cosas de valor que pudieran traer? De ser así: ¿en dónde quedaron éstas?

En fin, el caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, a cinco años de los hechos, está más enredado que una orgía de lombrices.

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Un optimista es aquel que ve el vaso medio lleno.

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El realista se concreta a decir: el vaso está a la mitad.

Una feminista reclama ¿por qué se llama vaso y no vasa?

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