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La matanza mexicana sigue y crece. Según Eduardo Guerrero y su consultora Lantia, el número de asesinatos en enero de 2017 alcanzó los niveles de 2011, hasta ahora el pico de sangre de la década.

Las fuerzas armadas siguen ejerciendo y multiplicando la estrategia de descabezar cárteles y matar capos.

Es la estrategia de la DEA y del Departamento de Justicia estadounidense, aplicada también en Colombia, con resultados igualmente mortíferos, y del todo insustanciales para su objetivo declarado: frenar el flujo de drogas al mercado estadounidense.

Aquel mercado sigue consumiendo más o menos lo mismo antes, durante y después de las matanzas de Colombia y México. Nuestra fuerza pública sigue descabezando cárteles, matando capos y engrosando la estadística de sangre.

Hace unos días el principal responsable de poner en práctica esa lógica de la matanza en Colombia, el expresidente César Gaviria, publicó en The New York Times sus reflexiones autocríticas. Son imperdibles. Nadie hará caso en México porque estamos voluntariamente ciegos y sordos a la evidencia de la sangre. Gaviria dice así:

Las drogas prohibidas son un asunto de seguridad nacional pero la guerra contra ellas no puede ganarse solo por las fuerzas armadas y la aplicación de la ley. Echar más soldados y policías contra el consumo de drogas es solo tirar el dinero y puede empeorar el problema.

Los colombianos sabemos algo sobre la lucha contra las drogas. Hemos gastado billones de dólares en campañas para erradicar drogas y destruir cárteles. Yo estuve personalmente involucrado en la persecución de Pablo Escobar en 1993 y aunque hicimos a Colombia un poco más segura, fue a un precio enorme. No solo no pudimos erradicar las drogas, sino que las expandimos a países vecinos.

Y creamos nuevos problemas. Decenas de miles de personas fueron asesinadas durante nuestra cruzada contra las drogas. Fueron asesinados muchos de nuestros políticos, jueces, policías y periodistas más brillantes. Y los narcotraficantes, con sus vastos recursos, corrompieron a nuestros gobiernos.

La guerra contra las drogas es esencialmente una guerra contra la gente, pero ponerse duro contra las drogas es algo popular entre los políticos. Yo mismo fui seducido como presidente por la línea dura. Los costos humanos fueron enormes (http://nyti.ms/2kFKdpV).

¿Así o más claro?

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