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Por estos día estuve leyendo el libro de Héctor de Mauleón, La Ciudad Oculta, tomo II. La interesante publicación tiene un capítulo dedicado a La Banda del Automóvil Gris. Esta tristemente célebre agrupación delictiva no hubiera existido de no haber acontecido la Decena Trágica: golpe militar sucedido del 9 al 19 de febrero y que tuvo como objetivo derrocar al presidente Francisco I. Madero, aunque se les pasó la mano al chacal Victoriano Huerta y a sus secuaces y no solo lo derrocaron, lo asesinaron a él y al vicepresidente José María Pino Suárez.

En la zacapela entre las fuerzas del gobierno y los militares traidores, un proyectil disparado desde la Ciudadela abrió un boquete en los muros de la desvencijada cárcel de Belén, lo que propició que los peligrosos reos ahí recluidos escaparan luego de romper sus expedientes. Algunos de éstos, reclutados por Higinio Granda formaron la llamada Banda del Automóvil Gris —para cometer sus tropelías, primero, viajaban en un coche Lancia y posteriormente en un Fiat, ambos de dicho color.

Higinio Granda, de origen español, era hermano del coronel zapatista Juan Granda, razón por la cual ostentaba el grado de capitán del Ejército que comandaba Emiliano Zapata. El coronel Juan Granda pertenecía a las fuerzas del general Amador Salazar quien, al caer la ciudad de México en manos de los zapatistas, fue nombrado comandante militar de la plaza. (Los datos anteriores no los consigna de Mauleón. Los acredita Agustín Sánchez González en su crónica sobre la citada banda. El redactor de lo que usted lee los acomoda en su columna para dar una idea al lector de la posible connivencia entre la delincuencia y algunos jefes revolucionarios). Empero, y en eso están de acuerdo tanto de Mauleón como Sánchez González, siempre se sospechó que los jefes ocultos de la banda eran los generales carrancistas Pablo González y Juan Mérigo, amantes de las vedettes del momento Mimí Derba y María Conesa, respectivamente.

Fue por aquellos días en que se creó el verbo “carrancear” como sinónimo de “despojar” —al parecer fue creación del general Álvaro Obregón. Transcribo al periodista, cronista y escritor Héctor de Mauleón: “El ruido creció tanto que atrajo la atención de Venustiano Carranza y le obligó a tomar cartas en el asunto. La presión sobre los altos jefes carrancistas coincidió con la detención de seis miembros del grupo (…) Al cabo, dieciocho personas fueron detenidas. Algunas (1915) fueron llevadas al paredón de la Escuela de Tiro de San Lázaro —el cineasta Enrique Rosas filmó la escalofriante ejecución. Otros murieron envenenados en su celdas o asesinados por otros reos en los patios de Lecumberri. Alguien alcanzó a escribirle una carta a su madre ‘para que vea que no soy tan malo y pueda descubrir y dar el nombre del alto militar que nos mandaba robar’”.

Precisamente leía o acababa de leer lo transcrito, cuando un amigo me habló para decirme, en son de burla, que el presidente Andrés Manuel López Obrador pidió ayuda a las madrecitas mexicanas para que sus hijos no sean delincuentes. Recibí la noticia con la misma tonalidad con que me la dieron. La tomé a chacota. Imaginé a la madre de un capo enjoyada y rodeada de todos los lujos y las comodidades de la vida moderna, pidiéndole a su vástago que deje la fuente del bienestar familiar porque así se lo pidió el presidente de la República. Nos reímos.

Después me acordé de lo leído: un delincuente miembro de la banda que asoló la capital del país en la segunda década del siglo pasado, que cometió en el lapso de seis meses, según el periódico Omega, ciento ochenta y siete robos, una vez encarcelado, fue capaz de escribirle una carta a la autora de sus días con ánimo de redención.

Enseguida, a través del Internet, busqué la noticia que me comentó mi amigo. El encabezado del periódico virtual Animal Político expresaba lo siguiente: “Que las madrecitas nos ayuden con sus hijos, pide AMLO para su plan de combate a la delincuencia”. En el cuerpo de texto leí: “El presidente Andrés Manuel López Obrador… adelantó que la próxima semana dará a conocer un plan contra el robo de hidrocarburos y recordó que está asumiendo su responsabilidad para garantizar la paz, seguridad y tranquilidad del país, y solicitó un apoyo muy particular: el de las mamás”.

Desde luego que el cabezal de la noticia puede ser malinterpretado, como lo mal interpretó mi amigo para que hiciéramos escarnio de la aparente ingenuidad del tabasqueño. Pero la impresión que queda, después de leer todo el texto, es que el Mandatario pide el apoyo y la ayuda de las madres en lo referente a la educación y a la inculcación de valores en los hijos jóvenes para que aprovechen las oportunidades de empleo que ofrecerá el Programa de Jóvenes Construyendo el Futuro y dejen de ver la pertenencia al crimen organizado como la única forma de futuro.

En cuanto a los criminales ya constituidos, aquellos que de la violación de las leyes han hecho su modo de vida a los que no importa el dolor ajenjo; con esos, sería inútil apelar al llamado maternal para que regresen al buen camino, porque está científicamente comprobado, y esto lo sabe bien López Obrador, que el 99.9% de los delincuentes, incluyendo a los de cuello blanco, no tienen madre.