Elecciones 2024
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Se llamaba Helen Thomas y la verdad fue un gusto conocerla. Ella era una veterana entre los periodistas de la Casa Blanca y yo un simple reportero del Tercer Mundo. Era una mujer madura y gozaba su condición de “front row”; es decir, la primera fila en la sillería de la sala de información, donde se realizan los anuncios y las conferencias.

Su decanato en la prensa acreditada ante el Ejecutivo, le otorgaba -entre otros– el privilegio de la primera pregunta.

Había “cubierto” las actividades presidenciales desde los tiempos de Kennedy. Más de 50 años en la primera línea.

Una mañana, Bill Clinton, después de trotar con una cauda de reporteros, les dijo a los periodistas entre bromas y veras: ustedes no quieren correr conmigo para acompañarme, están esperando un tropezón para verme caído de bruces, ese es su interés.

Helen asintió. Así son las noticias.

Por eso la misma mujer, conocedora de las acciones y reacciones de diez presidentes de los Estados Unidos, les dijo en una conferencia a los alumnos preguntones:

“If you want to be loved, don’t go into this business (si quieren que los quieran, no se metan a este negocio)”.

Así son las cosas y para quien no lo sepa, una mañana cualquiera, en la cual el presidente de cualquier país, hasta de este, realiza sus actividades con plena normalidad, no verá esta rutina reflejada en las páginas de los diarios, pero si lo encierran en un hospital para practicarle un cateterismo y después de eso nos sorprende con la redacción de su testamento, eso sí es noticia y lo seguirá siendo durante varios días.

No entender eso es no entender esta profesión, ni este oficio ni cómo se maneja la información en el mundo. Por eso, por la incomprensión, el desprecio y el aprovechamiento unilateral, las relaciones entre el presidente López Obrador y este gremio están por los suelos.

Y si para colmo su gobierno no impulsa medidas de justicia ante el asesinato de tantos profesionales de la comunicación, las cosas suenan simplemente peor. Y se van a agravar.

Estos comentarios presidenciales del jueves pasado son una muestra de cómo se amplía la grieta entre los medios y el poder. No todos los medios, pero sí todo el poder del presidente, cuya inconformidad ya pasa por todos los campos de la incordia.

Chayoteros, corruptos, neoliberales, momias silenciosas, conservadores, apátridas, intrusos, irrespetuosos. Todo eso han sido los periodistas para el presidente. Esta queja es último botoncito en el muestrario:

“…Ayer fui a caminar, porque me recomendaron los médicos, y ahí van a tomarme foto y llevan cámaras, toda una invasión a mi poca, escasa intimidad.

“Desde que empecé a ir, porque me recomendaron los médicos que camine 20, 30 minutos, que vaya yo fortaleciéndome, allá en el campo donde voy se subieron a un edificio, a un banco y desde allá me estaban tomando, y era con teléfono de estos convencionales.

“Pero ayer desde que salí, hago una hora a donde voy, voy y regreso, pero ya eran cámaras. Y hay que aguantar, hay que respetar, pero sí se pasan.

“Y si fuese un reportaje sobre la recuperación de salud o si están viendo cómo voy avanzando para salir adelante, no, es la imagen de que ya estoy arrastrando los pies, chocheando. Ya los médicos me dijeron que estoy al 100…”

Más allá de la dificultad de adivinar la chochez (un estado inteectual de deterioro cognitivo producido por la edad, cercano a la demencia senil) por la ligereza del paso, consecuencia muscular, en todo caso, resulta evidente la molestia presidencial.

Tiene su razón, pero son gajes de los oficios.

Del suyo y del nuestro. El tiene derecho de sentirse acosado por los medios y los medios de seguirlo hasta el cansancio. Cansancio de ambos. Pero…

Durante años, cuando era un aspirante al poder, el presidente se quejó de la indiferencia de los medios a sus empeños políticos. Se decía (en los medios), víctima de un cerco informativo de los mismos medios.

Hoy, desde la primera magistratura, cuyo escenario cotidiano consiste en un saturar y dominar todos los medios, para atiborrarlos de información mañanera con su sola presencia, o desde su atalaya magnífica, regañarlos por mentirosos o insidiosos, se queja de vulneraciones de su privacidad.

Y eso es muy relativo.

Quien ha divulgado imágenes hogareñas (nada tan íntimo como la casa), ha sido él. Apenas hace unos días se divulgó una fotografía de su esposa abrazándole la cabeza tras regresar del hospital militar al Palacio Nacional y tan sentimental escena no fue lograda por ningún paparazzo, excepto si Jesús Ramírez fuera uno de estos fotógrafos inclementes.

Pero el presidente piensa así.Y tiene sus motivos.

También dice:

“…Y hay que aguantar, hay que respetar, pero sí, se pasan…”

En fin, el señor presidente tiene sus ideas. A veces no se entienden, o algunos no las entendemos, como cuando dice de López Gatinflas:

“…Creo que no sólo es una injusticia (la acción judicial en su contra) , sino es una actuación de mala fe, diría de odio; no se toma en cuenta que en los servicios prestados a la sociedad por el doctor Hugo López-Gatell han sido excepcionales.

“Es un profesional de primer orden, serio, es una dicha el que contemos en una circunstancia tan difícil con un profesional con tanto conocimiento sobre la materia, es de los mejores especialistas en pandemias del mundo…”

No, pues así, me doy.