Elecciones 2024
Elecciones 2024

Mi abuela contaba una anécdota que, curiosamente, es muy semejante a la consignada por Ángeles Mastretta en su libro Mujeres de ojos grandes, con la diferencia de que la señora Mastretta se la atribuye a su tía Eloísa y mi abuela se la asignaba a su abuelo, de nombre Pedro. A la tía Eloísa trató de convencerla su propia hija y a mi tatarabuelo un propagandista de alguna rama del protestantismo. Las respuestas de la tía de la señora Mastretta y la de mi ancestro fueron, palabras más palabras menos, las mismas. Como sé que las lectoras y los lectores ya deben estar, como decían los antiguos griegos, que “se les queman las habas” por saber de qué se trata, transcribiré, parcialmente, la historia escrita por la señora Mastretta, admirable escritora. Ahí les va:

Doña Eloísa, desde muy joven, tuvo a bien declararse atea. No fue fácil dar con un marido que compartiera su idea, pero encontró a un hombre “de sentimientos nobles y maneras suaves, al que nadie le había amenazado la infancia con asuntos como el temor a Dios”. El matrimonio tuvo varios hijos que crecieron “sin religión, bautismo ni escapularios (…) Sólo una de las hijas creyó necesitar del auxilio divino y durante los años de su tardía adolescencia buscó auxilio en la iglesia anglicana (…) La muchacha quiso convencer a la tía Eloísa de cuán bella y necesaria podía ser aquella fe. —Ay hija —le contestó su madre, acariciándola mientras hablaba—, si no he podido creer en la verdadera religión ¿cómo se te ocurre que voy a creer en una falsa?”.

La anécdota viene al caso, no por la coincidencia en las respuestas, sino porque las contestaciones me parecen lógicas desde el punto de vista de dos o tres nacionalidades católicas. Mi ascendente era español, la tía de doña Ángeles debió ser italiana si no es que poblana con sangre itálica.

Mi relación con Dios ha sido, desde los 18 años, muy cambiante. Educado en un colegio lasallista, en cuanto me liberé de “las verdades que debemos creer aunque no podamos comprender” me volví ateo. Luego, con los años, he ido atenuando mi incredulidad. Creo en el Dios de la trascendencia; en el Dios de los sagrado; en el Dios del orden superior; en el Dios del amor hacia los semejantes, hacia la naturaleza, hacia uno mismo. Técnicamente soy agnóstico. Hago mías las palabras de alguien, no recuerdo quién, que dijo: No creo en Dios pero todos los días pienso en él.

—¿A qué viene la homilía, don Manuelito? —pregunta un lector con impaciencia.

—Sucede —le respondo al preguntón— que quise hacer una introducción para escribir sobre Naasón Merari Joaquín García, personaje que en tan sólo veinte días escaló en el Top Ten del repudio público.

—Pero ya ocupó la mitad de su espacio y nada que entra en materia.

—Ahí voy. Puse el ejemplo de lo escrito por Ángeles Mastretta y de lo sucedido a mi antepasado porque no entiendo cómo en un país católico como el nuestro puede prosperar cualquier religión que no sea la que nos trajeron los españoles. Yo no sabía de la existencia del señor Naasón Joaquín García, alias el Apóstol de Cristo, hasta que me enteré que el evento celebrado en el Palacio de Bellas Artes, el pasado 15 de mayo, titulado El guardián en el espejo, fue, originalmente, planeado para celebrar el aniversario número 50 de este señor que es el máximo dirigente de la iglesia de la Luz del Mundo que cuenta con cientos de miles de feligreses en México, especialmente en Guadalajara, ciudad sede de su fundación en 1926, y que se ha extendido a 58 países del mundo.

Como somos un país laico, no es posible usar el recinto cultural más importante del país para rendir un homenaje a un líder de una organización religiosa. Razón por la cual del precitado evento salieron raspados la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto Moreno; la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), Lucina Jiménez, y el presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, Sergio Mayer —él tiene una ignorancia que le sube y le baja, ¡ay! que le sube y le baja.

El pasado martes, supimos que el autoproclamado Apóstol de Cristo, era más bien Sacristán de Satanás, cuando Naasón Joaquín García fue detenido en Los Ángeles, California, los cargos que se le imputan son presunto tráfico humano, producción de pornografía infantil y violación forzada de un menor, entre otros 26 delitos sexuales graves, perpetrados entre 2015 y 2018. Además de García, fueron arrestadas Alondra Margarita Ocampo de 36 años y Susana Medina Oaxaca de 23, integrantes del grupo religioso.

Según un comunicado de la Fiscalía de California: “Joaquín García y sus coacusadas presuntamente coaccionaban a las víctimas para que realizaran actos sexuales, les decían que si iban en contra de cualquiera de los deseos del Apóstol, estaban en contra de Dios”.

Leo lo anterior y pienso que cómo es posible que existan personas tan perversas que sientan placer con tanta inmundicia. También pienso en el poder que tiene la religión que, en su nombre, es posible manipular, a niveles degradantes, no sólo a los menores. En fin, es de dar asco este Marcial Maciel de petatiux.