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Un hombre es más hombre por las cosas que calla que por las cosas que dice:
Camus

El 9 de diciembre del 2013, la Secretaría de la Función Pública publicó un documento en donde define qué es la corrupción y señala que “consiste en el abuso del poder para beneficio propio. Puede clasificarse en corrupción a gran escala, menor y política, según la cantidad de fondos perdidos y en el sector que se produzca”.
Resulta paradójico que esta definición fuera publicada al inicio del sexenio del gobierno de Enrique Peña Nieto que, de acuerdo con la actual Secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, fue un gobierno donde hubo irregularidades “monumentales e inmorales” en el ejercicio del presupuesto.

No conozco a la Secretaria Sandoval, pero quien habla de ella, lo hace para definirla como “mujer de una pieza”. Entonces, no sorprende que el Presidente López Obrador se haya inclinado por ella para colocarla al frente de la oficina de asuntos internos del gobierno. La Función Pública fue creada durante el gobierno de Miguel de la Madrid con el afán de impulsar la “Renovación moral de la sociedad”, y encubrir los excesos de su antecesor José López Portillo.

La renovación moral solo alcanzó para encarcelar a Arturo Durazo Moreno, un jefe policíaco impresentable, y a un exdirector de Pemex, Jorge Díaz Serrano, cuyo caso siempre fue visto como el de un chivo expiatorio. Desde Salinas hasta Peña Nieto, la Función Pública solo se dedicó, para decirlo de manera elegante, a taparle el ojo al macho.

Una de las faenas a las que se ha comprometido el Presidente López Obrador desde que era Jefe de Gobierno de la CDMX, ha sido la de combatir la corrupción. De manera individual, López Obrador ha dado muestra de su honestidad valiente. Hasta el momento no hay datos claros que demuestren filias al abuso de poder. Sin embargo, esa virtud personal no ha sido suficiente para extenderla a colaboradores y funcionarios de su gobierno.

Durante su paso por el gobierno de la ciudad capital, por lo menos dos casos cimbraron su discurso basado en la honestidad. El de René Bejarano, entonces coordinador del PRD en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal quien fue captado recibiendo dinero del empresario argentino naturalizado mexicano Carlos Ahumada, y Gustavo Ponce, entonces Secretario de Finanzas, quien fue grabado mientras apostaba en una mesa de juego en el casino Bellagio, en Las Vegas, Nevada. Ambos en su momento fueron procesados. Parece que la honestidad valiente no encubre ni protege, castiga si existe responsabilidad, pero no puede evitar que nuevos Bejaranos o Ponces estén incubados ahora en el gobierno federal.

Hace algunos días, la administración de Ana Gabriela Guevara al frente de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) fue denunciada ante la Fiscalía General de la República (FGR). La acusan de pedir dinero a cambio de entregar un contrato mercantil.

El 24 de abril, el senador Ricardo Ahued, renunció a la Administración General de Aduanas, y reconoció que no pudo acabar con la corrupción que inunda el sector.
El 25 de mayo, se dio a conocer que después de una auditoría a las arcas de Morena, su ex dirigente nacional, Yeidckol Polevnsky, debe explicar junto con su Secretario de Finanzas, Joel Frías, la existencia de varios contratos, en especial, uno de ellos vinculado a una empresa que realiza labores de mantenimiento que, presuntamente pertenece a los hijos de la ex candidata al gobierno del EDOMX.

Apenas el 21 de mayo, el INEGI reportó que el combate a la corrupción declarada por el gobierno federal ha tenido efecto sólo en la percepción de que esta práctica disminuyó durante el 2019, al compararla con el 2017. Sin embargo, en el número de población afectada directamente por esta práctica hubo “un incremento estadísticamente significativo”. Es decir, parece que la corrupción ha disminuido, pero en los hechos, se ha incrementado.

Por supuesto, estos hechos no son responsabilidad del Presidente, es más el primer mandatario repite que está barriendo la corrupción como las escaleras, “de arriba para abajo”, y reconoce que “todavía hay extorsión”, y que hay gobiernos locales que siguen sin entender que esto ya cambió, por lo cual les ha mandado un telegrama que no todos atienden, “porque la situación cambió. Cero corrupción, cero impunidad. Ten cuidado no vayas a terminar en el bote”.

Sin embargo, parece que el mensaje cala en el vacío. El manto protector de la honestidad valiente no alcanza para todos, ni tampoco se transmite por osmosis. La corrupción no se abatirá con buenas intenciones, el infierno está empedrado de buenas intenciones.

De la libreta
a) El escultor Miguel Peraza denuncia la vandalización de su obra “El hombre del portafolio” que se ubica a un costado de la Estela de Luz en la Alcaldía Cuauhtémoc y pide al gobierno de Claudia Sheinbaum avanzar en la investigación y abrir espacios para restaurar la obra y preservar el arte urbano.

b) Fuentes de la Unidad de Inteligencia Financiera señalan que el ex titular de la Unidad de Política y Control Presupuestal de la Secretaría de Hacienda, Alfonso Isaac Gamboa Lozano, quien el pasado 21 de mayo fue asesinado en el Fraccionamiento Las Brisas ubicado en Temixco, Morelos, estaba involucrado en la investigación de un fraude y desviación de recursos públicos por más de 250 millones de pesos que presuntamente fueron a dar a diversas campañas del PRI.