No pongo en duda que era necesario restarle poder al clero, así como las inmensas propiedades que poseían para tener una economía nacional “más dinámica”, sin embargo fue excesiva la destrucción que se llevó a cabo durante aquellos años
A través de los siglos la Ciudad de México ha perdido gran parte de su patrimonio histórico, basta recordar el año de 1856 cuando se redactó la Ley de desamortización de las fincas rurales y urbanas de las corporaciones religiosas, mejor conocida como la Ley Lerdo, la cual se llevó a un extremo tal que se destruyeron importantes joyas arquitectónicas novohispanos como conventos y templos con sus respectivos retablos, óleos de reconocidos artistas y otros tesoros.
No pongo en duda que era necesario restarle poder al clero, así como las inmensas propiedades que poseían para tener una economía nacional “más dinámica”, sin embargo fue excesiva la destrucción que se llevó a cabo durante aquellos años.
Durante la primera mitad del siglo XIX sucedió algo similar cuando se abrieron las grandes avenidas y calles para facilitar la movilidad de los habitantes de la ciudad con sus vehículos.
Entre las perdidas irreparables que sufrió la ciudad se encontraba la fuente de los músicos o de la Tlaxpana, la cual fue demolida en 1899. Esta bella fuente, que se ubicaba esquina Circuito Interior y Ribera de San Cosme, formaba parte del acueducto de Santa Fe o de la Verónica.
Este acueducto traía agua desde los manantiales de Santa Fe, (actualmente la colonia Palo Alto) pasando por el bosque de Chapultepec hasta terminar detrás del convento de monjas de Santa Isabel y la Alameda Central.
Otro acueducto que dotó a la Ciudad de México de agua desde el siglo XVI fue el de Chapultepec o Belén, el cual provenía desde el bosque, pasando por la población de San Miguel Chapultepec hasta llegar a la calle de Niño Perdido, actual Eje Central donde se ubicaba la fuente de Salto del Agua.
Esta pila fue construida en el siglo XVIII, específicamente de 1779, cuando fue inaugurada bajo el gobierno del Virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa, sevillano que moriría en ese mismo año en la Ciudad de México. Entre las decoraciones de esta fuente barroca destacaba el escudo de la Ciudad de México con su torreón flanqueado por sus dos leones al centro.
Por encima de este emblema, se aprecia un águila con las alas abiertas y una corona, propia de la monarquía española. Coronando la caja de agua se localizan dos damas esculpidas en la piedra, una indígena portando la xihuitzolli, antigua diadema de los gobernantes mexicas, y otra española portando un morrión, dejando claro cuales eran los dos grupos dominantes en la capital del Virreinato de la Nueva España, el primero por ser la población dominante y el segundo por ostentar el poder. Copones, delfines, columnas salomónicas y una guirnalda de flores completan su decoración.
Esta pila fue trasladada en 1945 a la huerta del antiguo colegio jesuita de San Francisco Javier en Tepotzotlán, siendo sustituida por una fiel copia realizada por Gustavo Ruiz. Todavía a finales del siglo XIX era común ver a los aguadores abarrotando la fuente de Salto del Agua y la calle de Arcos de Belén con el propósito de llenar sus cántaros y otros recipientes del preciado líquido para después venderlo en las casas, mesones hosterías y palacetes que no contaban con tomas directas de agua.
El origen del nombre “acueducto de Belén” se remonta a 1626 cuando los frailes mercedarios se ubicaron en el límite suroeste de la Ciudad de México con el fin de catequizar a los indígenas de la parcialidad de San Juan Moyotlan en la nueva fe, por lo que fundaron un pequeño convento y un templo llamado Belén de los Mercedarios, el cual milagrosamente se mantiene en pie hasta la actualidad. Gracias al patronato del padre Antonio Ortiz y de una de las mujeres más ricas del Virreinato de la Nueva España, Isabel Picazo, fue que se pudo construir este templo, y posteriormente ampliarlo en el siglo XVIII.
En la actualidad lo único que nos resta del gran acueducto de Chapultepec-Belén son los veinte arcos que se pueden observar sobre Av. Chapultepec, así como una fuente monumental que se encuentra en un terrible estado de abandono localizada donde en una de las salidas de la estación Chapultepec del Sistema de Transporte Colectivo Metro, donde convergen Av. Chapultepec y Circuito Interior.
Se trata de la fuente de Belén, construida entre 1755 y 1760 durante el gobierno del virrey Agustín de Ahumada y Villalón Segundo Marqués de las Amarillas y siendo superintendente de obras de atarjeas y arcos, don José Ángel de Cuevas y Aguirre con el propósito de dotar de agua al pueblo de San Miguel Chapultepec. A pesar del deterioro, aún se puede leer en una de sus placas de piedra de tecali lo siguiente:
REY EN LAS ESPANAS LA CATH.A MAG. S.D. FERNANDO EL VI Q.e DIOS G.de Y EN SU NOM. E LA NUEVA ESP. EL EXC.mo S.r MARQUEZ DE LAS AMARILLAS SE FABRICO ESTA PILA.
SIENDO JUEZ SUPERIN.te DE LAS OBRAS DE TARGEAS Y ARCOS Y JUEZ DE AGUAS EL S.D,. IOSEPH ANGEL DE CUEBAS Y AGUIRRE REGIDOR PERPETUO DE LA NOV.ma C.d DE MEXICO.
Esta pila fue movida de lugar dos ocasiones, la primera en 1921 para que no estorbara la construcción del nuevo Circuito Interior.
En esta ocasión la reubicación fue digna, ya que la colocaron en una glorieta, dotándola de dos muros laterales para formar lo que se conocería como kiosko Marieta.
Los problemas empezaron en 1971, cuando se tuvo que reubicar por segunda vez utilizando rieles al lugar donde se encuentra en la actualidad debido a los trabajos de ampliación de la línea 1 del Metro hacia Juanacatlán, así como para crear un paradero para camiones, “combis” y taxis.
Lamentablemente no se hizo un estudio de suelos de la nueva ubicación de la fuente, por lo que una parte de la misma quedo sobre un cajón de cimentación del Metro y otra sobre terreno “natural”, lo que ha causado un hundimiento diferencial teniendo como consecuencia una tremenda grieta que ha partido por la mitad al monumento.
También es importante mencionar que sus relieves y molduras se encuentran muy deterioradas, incluso en su cara posterior, entre los contrafuertes que la sostienen se pueden ver pintas, esto a pesar que el 90% de los materiales de la estructura son originales del siglo XVIII.
Dentro de la decoración barroca de esta fuente destacan los pináculos que se encuentran en buen estado, las dos placas de tecali, así como el escudo donde se ve un torreón donde se posa un águila flanqueada por dos figuras antropomorfas y en su parte inferior una guardamalleta. Debido a que las autoridades no ha realizado ningún tipo de limpieza o restauración a este importante fragmento de la historia de nuestra Ciudad, he realizado una petición en la página change.org para obtener firmas y llamar la atención a las autoridades para que la reubiquen y la rescaten.
Hasta el 24 de marzo llevamos 8,000 rúbricas, por lo que es importante al menos duplicar el número a pesar de la respuesta favorable por parte del Director del INAH, Diego Prieto, y del Secretario de Cultura de la CDMX, Alfonso Suárez del Real.
Este es el link para firmar: http://chng.it/mXCkbmWc5B
A pesar de que esta fuente fue declarada monumento histórico el 9 de febrero de 1931 (Clave de Ficha: I-09-00019 dentro del Catálogo Nacional de Monumentos Históricos Inmuebles), a nadie parece importarle ya que ha estado en abandono por más de tres décadas. Esperemos que esto cambie este año o el siguiente.
Enrique Ortiz García
Divulgador cultural
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