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La masacre de madres y niños LeBarón, cualquiera de las anteriores y la suma de todas las cometidas en 11 meses no mueven un ápice a la 4T de su fantasioso enfoque de la rampante criminalidad. Por enésima ocasión, el secretario jefe del gabinete de Seguridad, Alfonso Durazo, reitera la inútil estrategia de “atacar”, mediante caritativos programas sociales, “las causas” de todo tipo de delitos que empujan a miles de jóvenes a darse de alta en (o ser cooptados por) las bandas criminales.

Aunque la falta de oportunidades obliga a buscar opciones para sobrevivir, cometer crímenes está muy lejos de ser la única salida, y tan es así que la inmensa mayoría de la población se dedica a una gran variedad de actividades, formales e informales, o resuelve sus necesidades cambiando de localidad o de país.

Ingenuo suponer que los 3 mil 600 tristes pesos al mes del programa Jóvenes construyendo el futuro basten para inhibir el reclutamiento delictivo de pistoleros que, como los que bloquearon calles, asesinaron a personas, quemaron vehículos, liberaron presos y sembraron el terror en Culiacán, son recompensados por los cabecillas con mucho más dinero y droga.

Una de las pruebas más palpables de que la premisa de “atender las causas” es por demás falsa es que no estén en el sur y sureste de México los principales santuarios de las violentas bandas que operan en regiones de mayor desarrollo y posibilidades económicas: al norte, de Tamaulipas a Sonora; en el noroeste, Sinaloa, Nayarit y Baja California, y en el occidente reina el Jalisco Nueva Generación, que tiene presencia en 25 estados.

¿Alguien del gobierno sabe de alguna sanguinaria pandilla de triquis o mixes en Oaxaca, donde la pobreza es tanta que los niños se enferman si comen una galleta y mucha gente desconoce los billetes de 20 pesos? ¿De bandas de secuestradores, narcotraficantes, asesinos y extorsionadores kikapús en Coahuila? ¿De tzeltales, tojolabales, tzotziles o mames en Chiapas? ¿Por qué no hay ese tipo de camarillas en municipios tan jodidos como el emblemático de la miseria Metlatónoc en la Alta Montaña de Guerrero?

Sobre la desgracia de los LeBarón, el Presidente insistió ayer: “Hay inteligencia más que fuerza y persecución a criminales; castigo, no corrupción, no impunidad, no vinculación de autoridades y delincuencia y mucho bienestar (…). Por eso estamos llevando a cabo una política del todo nueva que nos está dando resultado y nos va a dar mejores resultados…”.

Ajá.

Suena padre, pero nada inteligente será que no se busque y persiga a los criminales que merecen castigo.

Por lo mismo Donald Trump, a cuyo país no fue posible extraditar al joven Ovidio, se apresuró a ofrecer su ejército para venir y hacer guerra a los victimarios de sus paisanos LeBarón. Inaceptable, pero explicable, su intromisión en lo que México tiene una soberana pero frágil responsabilidad, y que hace recordar el viejo acierto de Alejandro Martí: “¡Si no pueden, renuncien…!”