Ya empiezan los análisis honestos, ingenuos, refinados o cómplices sobre cómo será la Suprema Corte electa por dictado
No deja de impresionar la exactitud con que los votantes del gobierno tomaron el dictado de los acordeones que les dieron para la elección judicial.
Primera evidencia: no fue una elección, fue un dictado. No eligieron, copiaron.
Si esto parece mucho decir, no hay más que comparar los votos para la Suprema Corte con los acordeones repartidos.
Tanto en los nombres como en las precedencias, hay cien por ciento de acuerdo entre lo dictado por los acordeones y lo escrito en las boletas.
La discusión de los matices de la jornada electoral sale sobrando, salvo para una cosa: entender de una vez el tamaño, el refinamiento y el cinismo de la germinación dictatorial en que estamos.
Todo tiene matices y más vale conocerlos. Entremos a revisar los matices de la reforma judicial, de acuerdo, pero sin olvidar que son los matices de una imposición.
Ya empiezan los análisis honestos, ingenuos, refinados o cómplices sobre cómo será la Suprema Corte electa por dictado.
Hay, por ejemplo, un barullo sobre el paralelismo entre el ministro indígena impuesto, Hugo Aguilar Ortiz, y Benito Juárez. Ajá.
Salvo por las ministras que ya tenían ese puesto, desconozco la calidad de los demás miembros de la Corte dictados por el acordeón del gobierno.
No tengo un juicio sobre ellos, salvo este: se han dejado llevar al cargo de manera abusiva, desleal con sus competidores, por una elección simulada en la que se sabían triunfadores de antemano.
Esta aquiescencia con la elección precocinada no es la mejor prenda moral con la que empiezan su periodo en la Corte los nuevos jueces mayores de la nación.
Respecto de las ministras conocidas, hay poco que agregar. Las tres han dado muestra sobrada de obediencia a las consignas del Ejecutivo, antes que a la Constitución y a las leyes.
Una plagió su tesis de abogada, Yasmín Esquivel. Otra, Lenia Batres, es una fanática política, una militante grosera de su causa. La tercera, Loretta Ortiz, ha brindado a la Corte cualquier cosa menos independencia y brillo.
Puesto todo junto, tendremos una Corte hija de los dictados del gobierno, y obediente a ellos.
Suerte con los matices