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El gobierno de López Obrador puede leerse de muchas formas. Una de ellas es siguiendo la manera como dividió a la política y a la sociedad en bandos inconciliables.

De un lado “la honestidad”, del otro “la corrupción”. De un lado “los fifís”, del otro “el Pueblo”. De un lado “los representantes del Pueblo”, del otro “la Reacción”. La doble vara en su versión extrema: acá “los buenos”, allá “los malos”.

La tarea retórica fue crear una realidad alterna, el mundo de los otros datos, y negar la realidad real, describiéndola sólo como una fabricación de enemigos interesados.

El corolario práctico de este reparto de la verdad y de la mentira fue no conceder falla alguna en el gobierno, atribuirlo todo a campañas de intereses corruptos, desacreditar adversarios y proteger leales.

Sobre todo: no romper nunca el pacto de impunidad, garantizar su vigencia para los leales, pues cualquier concesión podía ponerlo en duda para los protegidos y fisurar su lealtad.

Quizá el ejemplo mayor del pacto de impunidad sobre el que se construyó el gobierno de López Obrador fue el del ex presidente Peña Nieto, ni siquiera un miembro de Morena, pero sí un facilitador electoral, cuyos servicios fueron pagados con eficiente olvido. El pacto de impunidad a cambio de lealtad fue una argamasa común al aluvión morenista. Ya en el gobierno, tuvo al menos tres vertientes: impunidad para la corrupción, impunidad para la ineficiencia e impunidad para violar la ley.

Su fondo pragmático fue y sigue siendo una promesa de poder y dinero para todos los políticos del movimiento que quieran aprovecharse de él.

El ejemplo mayor de impunidad para violar la ley fue el propio López Obrador, quien violó la ley y abusó del poder durante todo el camino.

El mayor caso de impunidad para ineficientes fue, a mi juicio, el de Hugo López-Gatell y su manejo criminal de la pandemia.

El mayor caso de impunidad por corrupción documentada fue el fraude por 16 mil millones de Segalmex.

Esta triple impunidad cruzó todos los niveles de gobierno, construyó carreras políticas, endeudó al país, clientilizó a los electores y fabricó una mayoría constitucional que no se obtuvo en las urnas.