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En 2010, Rolando Cordera y Carlos Tello Macías hicieron un balance de los logros y las carencias de la vía “neoliberal” adoptada, según ellos, en 1982 por sobre la vía “nacionalista” (La nueva disputa por la nación, Nexos, enero 2010 https://bit.ly/2Fp18WM).

La transformación económica de aquellos años, escribieron, había sido notable en su apertura al mercado. También lo había sido la transformación política, en el cauce de la democracia representativa.

Pero en ninguno de esos campos podían leerse los grandes logros prometidos por aquella vía.

La política económica no había traído “los resultados que de ella se esperaban: ni en términos de crecimiento económico, ni de empleo formal, ni de bienestar de la población”.

Esto, a pesar de que México se convirtió en “un gran exportador de manufacturas, atrajo montos considerables de inversión extranjera, se volvió uno de los tres principales socios comerciales de Estados Unidos y apareció en la escena comercial mundial como un nuevo y atractivo país”.

La reforma política, por su parte, propició la “alternancia pacífica en la Presidencia de la República, que se combinó con una notable estabilidad financiera, un tipo de cambio bajo control, una inflación a la baja y un crecimiento económico que por primera vez, en casi 20 años, llegó a una tasa superior a 6% anual”.

El crecimiento se esfumó pronto, sin embargo, para mantenerse toda la década en cifras bajas, con  una crisis profunda en 2008, que acentuó los síntomas de falta de cohesión en “una estructura social desgarrada”.

Al final, escribieron Cordera y Tello, “lo que se impuso fue el estancamiento político y conceptual en el Estado, que se ahondó cuando el presidente resolvió que la pluralidad desplegada en el Congreso era la responsable de la trabazón en que se encontraba la República”.

Aquella trabazón, recordaban, “fue en parte superada mediante una creciente transmisión de fondos federales a los estados, bajo la forma de mayor gasto corriente y con cargo a los excedentes petroleros”.

Se logró así “una nueva pax panista, pero con métodos similares y más dispendiosos que los usados por el presidencialismo autoritario priista.”

La corrupción rampante de los últimos años, añado yo, tiene en aquella decisión de aceitar la democracia con dinero quizá el más pernicioso de sus mecanismos.

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