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De la visita guiada al mundo de los huachicoleros que ha ocupado estos días este espacio, concluyo que no son los pueblos del huachicol a los que hay que sellar con soldados y policías. Ni siquiera los ductos perforados en las regiones huachicoleras por antonomasia de Tamaulipas, Veracruz, Guanajuato y Puebla.

Lo que hay que cerrar, en el sentido de evitar fugas, son los puntos de salida del combustible de Pemex, es decir: sus terminales de distribución, y los puntos de venta legal de Pemex, es decir: las gasolineras.

Ambos puntos están dentro de la órbita de control y de conocimiento de la empresa. En el primer punto, Pemex envía el combustible por pipas o ductos. En el segundo, lo vende a gasolineras que tienen como único proveedor a Pemex mismo.

El asunto aritmético es muy simple: si salen mil litros de las terminales de Pemex no puede haber sino mil litros en las gasolineras.

Salvo por los márgenes de evaporación de los combustibles, cualquier diferencia entre lo que expenden las terminales de Pemex y lo que expenden las gasolineras es una irregularidad, el indicio de una fuga o de una transa. La fuga y la transa del huachicol suman 20 mil millones de pesos al año.

El hecho increíble es que Pemex no tiene un control efectivo ni de cuánto líquido sale de sus terminales, ni de cuánto venden sus franquiciados exclusivos, los gasolineros, a pesar que ejerce sobre estos un doble monopolio legal: como proveedor y como dador de las franquicias.

Desde luego no son los pueblos del Triangulo Rojo de Puebla los que hacen el negocio y se apropian de tamaña sustracción. No es metiendo soldados y policías a sus calles como se arreglará el enorme robo.

El camino está en controlar los flujos que salen de Pemex y que venden al público las gasolineras.

El tamaño del descontrol incluye el caso, que me refirió en estos días un alto funcionario de Pemex, de una gasolinera que lleva año y medio vendiendo sin haberle comprado a Pemex un litro de combustible.

No hace falta un ejército de soldados y policías para combatir al huachicol. Lo que se necesita es un pelotón de ingenieros, administradores, contadores e inspectores fiscales, que sellen las fugas en el punto de salida y en el punto de llegada, hasta que las cifras cuadren en los dos puntos.

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