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Hoy 15 de noviembre es la segunda gran fecha anunciada de la batalla cívica que hace vibrar a Cuba desde su movilización del 11 de julio.

La sociedad inconforme y libre de la isla se ha citado hoy para gritar en las calles su distancia del gobierno y la urgencia de un cambio. No es un llamado a tomar el Cuartel Moncada.

Es una protesta cívica cuyo símbolo será que los manifestantes porten una rosa blanca. Las condiciones de escasez que privan en la isla no alcanzan siquiera para eso: no hay rosas suficientes para los manifestantes, y muchos portarán rosas de papel hechas en casa.

La batalla cívica que mueve a Cuba se da entre una sociedad sin poder y un poder dictatorial que ha oprimido y empobrecido a su país como ningún otro régimen político en la historia moderna de América Latina.

En los años sesentas del siglo pasado, Cuba irradió sobre el continente la esperanza de una revolución que habría de cambiarlo y mejorarlo todo. Al paso de las décadas, la revolución cubana defraudó una a una las esperanzas que había sembrado y produjo un frankenstein, un monstruo económico, político y social, la dictadura más larga de la era moderna, montada sobre uno de los países más libres, prometedores y carismáticos de la región.

Los ciudadanos que hoy tomarán las calles de Cuba no buscan revivir el gran sueño de antaño que durante cuatro generaciones vieron convertirse en pesadilla.

Quieren ahora el sueño mínimo que es realidad imperfecta, pero efectiva de muchos países de América Latina. El sueño de tener libertades políticas y económicas, elecciones democráticas, reformas de la vida diaria. Conseguir este sueño mínimo parece cuesta arriba en la Cuba de hoy.

Esto habla de la profundidad y de la dureza de la dictadura que ahoga la isla, cuyo gobierno se ha preparado para reprimir las manifestaciones del 15N como si fueran parte de un amago extranjero.

El gobierno cubano ve en la movilización de hoy una maniobra antipatriótica de lúmpenes y antisociales orquestados desde fuera, y no lo que realmente es: la genuina expresión de lo mejor de su pueblo, pidiendo simplemente libertad.