Él sabe que a la hora de hacer su trabajo, el fotógrafo no siente, y no tiene tiempo de sufrir al instante porque su objetivo es documentar y reportear
Cuando el dolor es tanto, se permea entre la mirada del fotógrafo y la mirada de quienes observamos día a día el trabajo visual de los fotoperiodistas.
Hay quienes dicen que el dolor es una sensación desagradable, pero yo diría que son muchas sensaciones y emociones que arrasan como un torbellino nuestra paz mental, el cuerpo entero y hasta la propia conciencia.
Cuando sufrimos, descubrimos distintos niveles de intolerancia a un hormigueo que causa estragos de pies a cabeza. Con el tiempo vamos revalorando la intensidad de ese dolor, a veces lo sentimos en solo una parte del cuerpo, como en el estómago, o en los pies, o en la cabeza. P
Aunque también aprendemos a reconocer que hay dolores que nos tumban, que nos rompen en pedazos, que nos dejan desahuciados y con la mirada en blanco.
La muerte, la traición, el desamor, la injusticia propia y ese dolor en el que usted mismo, está pensando en este momento. Dolores que hasta dejan estragos y huellas de la sensación en el cuerpo.
Esos, los más intensos son los que podemos reconocer a distancia, o sin llegar a conocer a los afectados, se ve y se siente mal.
Como esta imagen llena de suplicio, donde un grupo de personas lloran y se lamentan cuando se enteran que el cuerpo sin vida que se ha rescatado en pleno Río Bravo, es el de Rodrigo Castro de la Parra, su familiar.
Un hombre originario de Guatemala, reconocido como el líder de los migrantes de su país en la ciudad de Matamoros, murió ahogado en el Río Bravo, frontera con Estados Unidos.
El calvario para quien pierde las fuerzas en sus piernas y es sostenida por los brazos de alguien más, en una especie de soporte, de cuidado. La angustia de quien no lo cree verdad, que es retenida por otros brazos cercanos para no permitirle el paso al lugar de la fatídica escena.
La frontera siempre será un espacio árido, caluroso, con un río que funge como testigo y autoridad para permitir cruzarlo de lado a lado. Él decide si los ayuda o si los ahoga, quizá depende de su ánimo, o de su temperatura. Nunca lo sabremos.
Allí se reúnen cientos o miles de migrantes con el nervio y la indecisión de lanzarse y jugarse la vida, con la apuesta clara de tener una mejor vida, ganar en dólares y convertirse en una historia de éxito en su familia.
Pero Rodrigo Castro de la Parra, perdió en su apuesta. El río no lo quiso y no lo dejó vivir.
Fue Abraham Pineda-Jacome, el corresponsal de la Agencia EFE en Matamoros, Tamaulipas quien capturó una serie llena de desconsuelo, y zozobra.

Curioso que su trabajo lo lleve a ser testigo de la tristeza de tantas personas viviendo en una situación complicada, pero con muchas ganas de buscar una mejor vida y cumplir un sueño que alguien les contó y les convenció que podrían lograrlo.
La situación migratoria, tan complicada y tan angustiante.
Pineda-Jacome también fue quien capturó aquella dura imagen del jóven padre y su hija de 1 año que murieron ahogados mientras cruzaban el Río Bravo, hace dos años.
Él sabe que a la hora de hacer su trabajo, el fotógrafo no siente, y no tiene tiempo de sufrir al instante porque su objetivo es documentar y reportear lo que sucede, se mantiene alerta a lo que pasa con uno o con otro, se vuelve un imán que busca atraer todas las emociones pero que no las permear en él.
Así también es el periodismo, duro y cruel para quien lo testifica.
¿Cuántos días tristes tendrá un fotoperiodista? No lo sé, pero sí puedo decir que hoy fue parte de uno pesaroso para los familiares que perdieron a Rodrigo y se les truncó un pedazo de su sueño.