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En el año de 1492, gracias al patrocinio de los reyes católicos, un genovés llamado Cristóbal Colón llegó a las islas del Caribe, hecho que se conocería como el descubrimiento de América.

El navegante tenía la intención de abrir una nueva ruta comercial hacia la fabulosa China, sin embargo no había contemplado que existía un gran continente entre Europa y Asia.

Después de realizar tres viajes más, llegando a la actual Venezuela y Honduras, el gran navegante cayó en desgracia ante los reyes católicos.

En 1502 llegó un nuevo gobernador a las tierras descubiertas, Nicolás de Ovando, quien tomó posesión en la isla llamada La española, (actual República Dominicana y Haití).

Con él, llegaron cerca de 2,500 españoles entre los que destacaba fray Bartolomé de las Casas, el acérrimo defensor de los indígenas. Para 1509 fue nombrado como nuevo virrey el hijo de Colón, Diego, quien patrocinó y apoyo la conquista de Jamaica por parte de Juan Esquivel y de la isla de Cuba por Diego Velázquez.

La conquista de esta isla fue prácticamente un paseo militar, ya que los indígenas opusieron escasa resistencia y fueron arrollados por los europeos. Entre los 300 aventureros que partieron con Velázquez iba un joven nacido en Medellín, quien con apenas 24 años ya estaba amasando una considerable fortuna.

Con el paso de los años este personaje llamado Hernán Cortés, concretaría la conquista del territorio que actualmente conforma la parte central de México. Lo acompañaban hombres que se volverían famosos durante la conquista de México, como Pedro de Alvarado y Pánfilo de Narváez.

Historia viva: Francisco Hernández de Córdoba, el “sinfortuna” - 1
Escena de la serie española Conquistadores: Adventvm

Debido a este importante logro, Diego Velázquez fue nombrado gobernador de Cuba o Isla Fernandina, como se le conocía en aquellos años. Bajo su mandato la colonia floreció y prosperó a través del lavado de oro que era extraído de los ríos, la siembra de la caña de azúcar y la explotación de los nativos, cuya población rápidamente decreció.

En el año de 1517, tres de los colonos con mayores recursos económicos de la isla organizaron y  financiaron una expedición con el fin de descubrir nuevas tierras, hacer rescates (la forma en que se mencionaba el intercambio de objetivos de manufactura europea por oro americano) y obtener esclavos para fortalecer la menguante mano de obra nativa disponible en Cuba.

Se trataba de Cristobal Morantes, López Ochoa y, quien encabezaría la expedición, Francisco Hernández de Córdoba. Fray Bartolomé de las Casas describe así a Francisco: “hombre muy suelto, harto hábil y dispuesto para prender y matar indios”.

Con la debida autorización del gobernador Velázquez, la flota partió de Axaruco de La Habana hacia el cabo San Antonio costeando la gran isla para hacerse al mar un 20 de febrero de 1517.

Dentro de la tripulación, que partió en esta expedición, de alrededor de 100 hombres, iba Bernal Díaz del Castillo, quien muchos años después participaría en el sitio de Tenochtitlán y al final de su vida escribiría “La verdadera historia de la conquista de la Nueva España”.

Como piloto mayor de la expedición fue seleccionado Antón de Alaminos,  experimentado hombre de mar que había navegado con Cristóbal Colón.

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Retrato idealizado de Francisco Hernández de Córdoba.

Al poco tiempo de zarpar, la pequeña flota, compuesta por tres embarcaciones y 117 hombres, se encontró con una tormenta muy violenta, la cual tardó dos días en disiparse.

El clima mejoró durante los siguientes 21 días cuando se dio el avistamiento de tierra. Específicamente, la flota comandada por Hernández de Córdoba había llegado a Cabo Catoche, una saliente ubicada al oriente de la isla de Holbox en el actual estado de Quintana Roo.

Al navegar siguiendo el litoral de la península de Yucatán, los marinos pudieron ver desde sus barcos ”casas hechas de cal y canto”, así como grandes templos, los cuales pensaban que se trataban de mezquitas, templos propios del Islam.

Por esta razón nombraron a la primera población que vieron como El Gran Cairo. Al desembarcar, Hernández de Córdoba y sus hombres tuvieron un encuentro amistoso con los nativos, quienes no paraban de repetir “cones cotoche” que significaba en su lengua “vengan a nuestras casas”, de ahí el nombre de Cabo Catoche.

Los españoles accedieron a acompañarlos, principalmente con el objetivo de buscar piedras preciosas, oro u otras riquezas, sin embargo  al poco tiempo sus guías nativos los abandonaron y de inmediato fueron atacados.

Al desconocer el territorio, Hernández de Córdoba tomó la resolución de retirarse y embarcarse nuevamente. Como consecuencia de esta escaramuza, varios hombres sufrieron heridas de flecha, pero para su fortuna lograron capturar a dos indígenas a quienes llamarían Melchorejo y Julianillo. Ambos hombres eran bizcos, “trastabados de los ojos”, característica muy apreciada entre los pueblos mayas ya que consideraban que su dios solar también presentaba esta característica.

Estos dos cautivos serían muy valiosos para futuras expediciones, ya que aprenderían rápidamente el castellano volviéndose traductores y guías.

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Mapa de la expedición de Francisco Hernández de Córdoba en 1517. Wikiwand

Después de este primer encuentro, la flota de Hernández de Córdoba siguió bordeando el litoral hasta llegar a las actuales tierras de Campeche, las cuales nombraron Tierra de Lázaro por haber llegado en el día fijado por la iglesia de dicho santo. En este lugar hicieron una parada para aprovisionarse de agua, al tiempo que un pequeño grupo se armaba para internarse en la selva buscando asentamientos o poblaciones de importancia.

Al poco tiempo de caminar encontraron un asentamiento, al parecer abandonado por sus habitantes cuando vieron “las casas flotantes” llegar a la costa. En este lugar por primera vez observaron un templo con sus paredes manchadas de sangre, y cuerpos humanos sacrificados. Al poco tiempo aparecieron varios sacerdotes, quienes llevaban el pelo largo y vestían tilmas largas, hasta los tobillos, color negro. Estos hombres, con actitud amenazante prendieron una fogata en el centro de la ciudad, algunas fuentes sugieren que fueron sahumadores, dando a entender a los visitantes barbados que tenían que salir de su territorio antes que se consumiera el fuego. Si no era así serían atacados, por lo que se surtieron de agua y reembarcaron con la intención de seguir su travesía.

Al los cuatro días el agua potable se agotó nuevamente, por lo que volvieron a descender anclas, en un lugar que a la posteridad sería conocido como “El lugar o la bahía de la mala pelea”. Actualmente, conocemos este lugar como Champotón (Chakan Putum), y se encuentra al sur de la capital del estado de Campeche.

Cuando Hernández de Córdoba desembarcó en la playa con sus hombres se percató que al menos mil indígenas armados con arcos, flechas y mazas emergieron de la vegetación. Sus líderes les señalaron donde podían abastecerse de agua, pero su actitud agresiva era clara. No tolerarían que pasaran mucho tiempo en su territorio.

Los españoles abastecieron de agua sus toneles en un pequeño riachuelo que daba a la playa bajo la atenta mirada de los nativos. A pesar de las advertencias, los españoles acamparon en la playa, siempre armados por si los atacaban. Durante toda la noche escucharon el ruido de tambores y caracolas al tiempo que los mayas danzaban alrededor de fogatas.

Al otro día, al amanecer los indígenas empezaron a disparar cientos de flechas y rocas sobre el campamento, el cual emergieron los españoles vistiendo sus armaduras y disparando sus arcabuces. Trataron de repeler el ataque, sin embargo era tal la cantidad de dardos arrojados hacia ellos que se vieron abrumados, por lo que tuvieron que retroceder a los botes para abordarlas y regresar a las embarcaciones. Esta batalla aconteció el 25 de marzo de 1517.

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La batalla de Champotón de 1517.

Durante el breve, pero mortal ataque, Francisco Hernández de Córdoba perdió a 50 hombres de su tripulación. El propio Bernal Díaz del Castillo, quien registró las bajas, fue herido por tres flechas, mientras que el capitán Córdoba sufrió 10 impactos de flechas en su cuerpo (algunas fuentes comentan que fueron treinta tres como como el escritor Javier Traité).

Fue tan rápida la retirada hacia el mar, que incluso los mayas pudieron capturar a dos hombres vivos, Alonso Boto y un “portugués viejo”. En la huida perdieron el agua que había aprovisionado. Fue el desastre que condenó al fracaso la expedición, al grado que tuvieron que abandonar dos barcos de los tres que tripulaban debido a que faltaban hombres para su operación.

La única embarcación que abandonó Champotón fijó curso hacia Florida para abastecerse de agua para finalmente regresar a Cuba. Diez días después de haber regresado y desembarcado, Francisco Hernández de Córdoba moría debido a sus heridas.

Al menos esto afirma Díaz del Castillo, ya que Las Casas sostiene que no murió de forma inmediata. Incluso el mismo religioso comenta que su amigo Hernández de Córdoba le escribió una carta tiempo después narrándole sus desventuras y pidiéndole que intercerdiera a su favor en la corte real española, mientras él se recuperaba de sus heridas y prepara su viaje a España. De acuerdo a las fuentes históricas es más probable que muriera.

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Escudo de armas del municipio de Champotón en la actualidad. En él se menciona el nombre “Bahía de la mala pelea”.

Finalmente, la historia moderna le ha dado a Hernández de Córdoba el título del primer europeo en poner pie en la Península de Yucatán, sin embargo, para cuando efectuó su viaje en esas tierras, ya habitaban dos náufragos españoles: Gerónimo de Aguilar y  Gonzalo Guerrero.

Ambos habían pertenecido a la flota que provenía desde Santa María de la Antigua del Darién al mando de Diego de Nicuesa, la misma que acabaría en el fondo del mar con la mayoría de su tripulación cuando una tormenta la azotó en 1511. Pero esa es otra historia.

Enrique Ortiz García

Divulgador de la historia de México

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