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La dictadura que construyen a paso redoblado en Nicaragua el presidente Daniel Ortega y su mujer, Rosario Murillo, añadió a su lista de perseguidos políticos al mayor escritor vivo de Nicaragua, Sergio Ramírez.

Lo acusan de delitos que han sido incorporados a las leyes de aquel país y que hacen palidecer las del dictador Anastasio Somoza y su dinastía, contra la cual se alzaron los revolucionarios sandinistas de los años setenta, entre ellos Daniel Ortega y el propio Ramírez.

En las últimas décadas, Ortega ha resultado ser una versión empeorada de Somoza, capaz de acusar a su antiguo compañero de luchas libertarias por delitos como incitación al odio y la violencia, y “menoscabo de la integridad nacional”.

Por acusaciones del estilo penan cárcel ya muchos nicaragüenses.

Desde su ruptura con el sandinismo antidemocrático, Sergio Ramírez no ha sido sino un escritor emblema de la literatura hispanoamericana y la torre mayor de las letras nicaragüenses.

La última vez en que Sergio Ramírez se vio perseguido por delitos políticos fue en 1977, cuando lo persiguió Somoza por delitos parecidos: terrorismo, asociación delictuosa, atentados contra el orden y la paz.

En Daniel Ortega ha reencarnado Somoza, mientras que Sergio Ramírez encarna hoy todo lo que hay que defender en Nicaragua contra la arbitrariedad de sus nuevos tiranos: la inteligencia, la libertad, la democracia, la dignidad humana y el valor para pelear por todo eso.

Reparando en la similitud de los delitos que le imputan ahora y los que le imputó Somoza, Ramírez ha escrito sobre sus perseguidores:

“Las dictaduras carecen de imaginación y repiten sus mentiras, su saña, su odio y sus caprichos. Son los mismos delirios, el mismo empecinamiento ciego por el poder, y la misma mediocridad de quienes teniendo en su puño los instrumentos represivos, y habiéndose despojado de todos los escrúpulos, creen también que son dueños de la dignidad, de la conciencia y la libertad de los demás”.

La fiscalía de Ortega va a allanar la casa del escritor. “Lo que van a hallar es una casa llena de libros”, anticipa Ramírez. “Los libros de un escritor. Los libros de toda mi vida. Las únicas armas que poseo son las palabras, y nunca me impondrán el silencio”.