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La guerra comercial entre China y Estados Unidos (EU) podría seguir escalando, tomando en cuenta la amenaza de Donald Trump de implementar aranceles a la totalidad de las importaciones provenientes de China, las cuales superan los 500 mil millones de dólares. Una decisión así eliminaría cualquier duda de que la economía global habría entrado en una crisis de guerra comercial abierta.

La administración Trump parece estar dispuesta a implementar una estrategia de mayor confrontación para obligar a China a una mayor apertura comercial y relajar ciertas restricciones a la inversión extranjera.

Como hemos dicho en este espacio, la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) no ha generado las condiciones necesarias para que China juegue en un campo parejo en el comercio internacional.

A diferencia de la gran mayoría de los socios de la OMC, China sigue siendo una economía donde el Estado juega un papel preponderante en la economía, ejerciendo una gran influencia directa e indirecta sobre los principales factores de producción, incluyendo al creciente sector privado. Asimismo, China es uno de los pocos países de la OMC que mantiene barreras importantes a la entrada para la inversión extranjera, como el requisito de tener socios locales y la transferencia de tecnología.

La administración Trump siente que la guerra comercial es “fácil de ganar” porque China exporta más bienes y servicios a Estados Unidos que EU a China, de tal manera que la imposición de aranceles sería más dolorosa para la economía china. Además, la administración Trump se siente empoderada por el hecho de que los mercados accionarios en Estados Unidos aún no han tenido una afectación importante a raíz de la implementación de medidas proteccionistas, mientras que los mercados accionarios chinos han registrado una caída de aproximadamente 20 por ciento en lo que va del año.

En este sentido, Trump siente que tiene ventaja en la negociación y que China pronto claudicará ante el costo económico y financiero de las medidas estadounidenses. Sin embargo, aquí podría haber un error de cálculo mayúsculo por parte de Trump y su equipo.

A diferencia de otros países, el régimen en China no está sujeto a una evaluación periódica democrática, por lo que se puede dar el lujo de planear sus objetivos de desarrollo a muy largo plazo. La política económica y comercial de China es parte de un plan de desarrollo multianual donde no suele haber cambios súbitos.

La economía china se encuentra dentro de un proceso de transición de modelo económico cuidadosamente planeado donde el gobierno juega un papel fundamental como ente rector y donde difícilmente veremos un cambio fundamental en su política comercial.

Por otro lado, China está consciente de que la administración Trump enfrenta una especie de referéndum en las elecciones intermedias de congresistas en noviembre de este año, de las cuales podría salir debilitada.

China sabe que las medidas compensatorias estratégicamente impuestas por los socios comerciales de EU como respuesta a las medidas proteccionistas de Trump están haciendo mella en algunos de los distritos electorales donde Trump tuvo mayor apoyo. Asimismo, el presidente de China, Xi Jinping, sabe que su liderazgo se mantendrá por muchos años, mientras que el de la administración actual en EE.UU. tiene un límite máximo de tiempo y es vulnerable a lo que ocurra en las urnas y los mercados.

En este sentido, parecería que China, lejos de ceder ante las presiones proteccionistas de Trump, está dispuesta a usar todas las armas en su arsenal económico para luchar esta guerra comercial hasta las últimas consecuencias.

Veremos si Estados Unidos está dispuesto a lo mismo o si es posible llegar a un acuerdo con concesiones por parte de China que le permita a la administración Trump proclamar victoria en cierta medida. Sin embargo, se antoja difícil que China haga concesiones importantes.