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Ninguna necesidad tenía el gobierno mexicano de difundir, y menos íntegro, el expediente gringo con los elementos incriminatorios contra el divisionario Salvador Cienfuegos.

Si se trataba de hacer ver la fragilidad de los indicios, bastaba con una puntualización de inconsistencias clave sin balconear un documento que debió mantener en sigilo, toda vez que contiene datos de otras dudosas pero probables complicidades militares (las políticas son de risa loca) en los narcochats a los que dio crédito la DEA.

De Cienfuegos, bastaría la afirmación de que su esposa es “hermana” del gobernador de Sinaloa (Quirino Ordaz), lo cual es falso, o la invención de que tiene un “hijo” al que los delincuentes le pagaron un viaje (tiene puras hijas), para saber lo endeble de las acusaciones (en el zedillato, al secretario mexicano de la Defensa, Enrique Cervantes Aguirre, padre de puros varones, le inventaron una “hija” que dizque intentó lavar una fortuna multimillonaria en dólares).

Más allá de la efectividad en muchos casos criminales, las agencias estadunidenses propenden a tragarse cuentazos para niños.

De la lectura del expediente Cienfuegos, lo que no deja dudas es que al H2 le tomaba el pelo su sobrino, el H9, para dárselas de influyente con los altos mandos militares.

El problema de haber ventaneado el expediente, simple pero gravemente, es que se traiciona la confianza que México reclamó a EU cuando ese gobierno no la tuvo con nuestras autoridades para compartirles sus indicios antes de cometer la barbaridad de detener al prominente general.

La innecesaria divulgación del documento deja expuestos a los funcionarios mexicanos que lo tuvieron bajo su responsabilidad a quedar en la mira penal de los estadunidenses, en particular el canciller Marcelo Ebrard, el fiscal general Alejandro Gertz Manero, y a quien se los ordenó: el presidente Andrés Manuel López Obrador. Ojalá que a ninguno se le ocurra viajar a Disneylandia.

Difundir en su integridad el documento parece una deliberada provocación que debilita más aún la desaguisada relación con el inminente gobierno de Joe Biden, menospreciado desde que el desequilibrado “amigo” Trump perdió la reelección.

Luego del inaudito desistimiento legal que posibilitó la repatriación de Cienfuegos, ¿qué trabajo le costaba a México exhibir a su contraparte las conclusiones de la FGR para llegar a un colofón conjunto después de cruzar y argumentar sus respectivas investigaciones? Después de todo, por encima de los datos que cada quien recabó está el hecho incontrovertible de que el supuesto “protector” Cienfuegos de nada le sirvió al H2 porque éste acabó abatido por efectivos de la Marina en un operativo donde, como suele ser, el Ejército tendió el protocolario cerco de seguridad.

¿Qué gana México tensando la relación con Estados Unidos ?

¿Alegar después que somos hostigados por “el imperialismo yanqui…”?