He visto completa la notable entrevista de Valentina Alazraki en la que el papa Francisco dice que el diablo castiga “con mucha bronca” a México. La entrevista tiene lugar al pie de un enorme cuadro de la virgen de Guadalupe. El pasaje literal dice así: No es el primer momento difícil que está pasando México. … Continued
He visto completa la notable entrevista de Valentina Alazraki en la que el papa Francisco dice que el diablo castiga “con mucha bronca” a México.
La entrevista tiene lugar al pie de un enorme cuadro de la virgen de Guadalupe. El pasaje literal dice así:
No es el primer momento difícil que está pasando México. Engancho con la santidad: México pasó momentos de persecución religiosa que engendró mártires. Yo pienso que a México el diablo lo castiga con mucha bronca. Por esto (señala con el dedo a la Guadalupana).
Creo que el diablo no le perdona a México que ella haya mostrado ahí a su hijo. Interpretación mía. O sea, México es privilegiado en el martirio por haber reconocido, defendido, a su madre.
Y esto lo entiende usted muy bien. Usted va a encontrar mexicanos católicos, no católicos, ateos, pero todos guadalupanos. Es decir, todos se sienten hijos, hijos de la que trajo al salvador, que destruyó al demonio. El valor de la santidad también está unido ahí.
Yo creo que el diablo le pasó la boleta histórica a México. En la historia [de México] siempre han aparecido focos de conflicto graves. Y por eso todas estas cosas.
¿Quién tiene la culpa? ¿El gobierno? Esta es la solución, la respuesta más superficial. Siempre los gobiernos tienen la culpa. Sí, el gobierno. Todos tenemos de alguna manera la culpa o al menos no hacernos cargo del sufrimiento. (https://www.youtube.com/watch?v=toU239Bg0LM)
La culpa profunda la tiene el diablo, nos dice Francisco. Y lo que el diablo castiga en la historia de México no es la impiedad, como sugerí en mi columna del viernes pasado, sino lo contrario: la religiosidad guadalupana.
En la visión escatológica de Francisco, México es el escenario de la batalla del diablo contra la Guadalupana, un escenario, privilegiado en el martirio por haber reconocido, defendido, a su madre.
Esta interpretación de la batalla teológica de México tiene algo de condena fatal. Si las desgracias de nuestra historia son el precio del guadalupanismo, no tienen cómo acabar: mientras dure la fe guadalupana durará el martirio.
No es la impiedad entonces lo que habría que corregir para expulsar al diablo de nuestra historia, sino la fe.
Según la implacable lógica teológica de Francisco, México será privilegiado por el martirio mientras sea guadalupano, y se curará de las desgracias que lo agobian cuando deje de creer.