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De alguna manera, el día de mañana quedará definida una buena porción del futuro del mundo; por lo menos, seguramente de América y en específico del vecino de arriba y el nuestro. En el muy peculiar sistema electoral norteamericano, que curiosamente tiene tonos feudales, este martes tienen lugar las más importantes elecciones primarias de los Estados Unidos, y todo indica que Donald Trump asegurará que su nombre esté en las papeletas de noviembre para la elección presidencial como el candidato republicano. Nadie duda de que a mediados del siguiente enero esté colocando su mano sobre la Biblia para ser juramentado como el presidente de su país.

Y aquí ya no me refiero a los vericuetos del sistema electoral norteamericano, en el que quien obtiene la mayoría de los votos el día de las elecciones no es el que gana sino quien convenza a los electores que corresponden a los estados más importantes de los cincuenta que integran la Unión para que le den sus puntos. Le pueden preguntar a la señora Clinton, que así perdió ganando.

El triste asunto es que la mayoría de los ciudadanos de los Estados Unidos piensa que Trump interpreta a plenitud su lema favorito, MAGA: Make America Great Again, haz a los Estados Unidos nuevamente grande, entendiendo la grandeza como el dominio prepotente y contumaz sobre las demás sociedades, comenzando por el sur.

Comentando el tema, ayer un vecino mío me dijo llanamente que eso era lo mejor para los mexicanos: Trump es el único que con su autoridad y fuerza puede poner en orden a López Obrador y a su bateadora designada. La figura beisbolera es cortesía de un servidor. Ahora bien, esta postura no es más que reflejo de la popularidad que Trump tiene en su país y que universalmente se traduce en una convicción de que la mano fuerte es lo mejor que liga con el ejercicio del poder: Bukele de El Salvador sí, Lopitos de México no. Aunque los dos posibles candidatos a la presidencia de los Estados Unidos sean dos caras de la misma moneda, Biden parece ser el blando y Trump el duro; los dos son contrarios a la migración que tanto ha beneficiado y sigue beneficiando a su país y la van a combatir brutalmente.

El gobierno es el único legítimo poseedor de la fuerza, Puede ejercerla como Putin en la nueva Rusia imperial, asesinando a su más notorio opositor, el ingenuo Alexei Navalny que regresó a su patria para ser asesinado en una cárcel de Siberia. Eso lo saben igualmente Biden y Trump; Lopitos no. El gobierno puede abstenerse de ella o aplicarla selectivamente, como el presidente López para dar abrazos a los malos de Malolandia y balazos a los demás, incluyendo sus propios soldados. Ante ese panorama, a los mexicanos no nos queda más que emitir un voto razonado en junio próximo, ya sea en favor de la permanencia de una demagógica inmovilidad o cualquier otra opción.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): A las múltiples y cotidianas mentiras del gobernador de Nuevo León, Samuelito, se sumó su subalterno Juan Ignacio Barragán, que se supone se encarga del agua que llega a nuestros regiomontanos grifos. Dice el cínico que no habrá crisis hídrica este verano, cuando seguimos en invierno. Puede que tenga una bola de cristal, porque el avión que mandó comprar su jefe para bombardear las nubes sirvió para dos cosas. Para nada y para una chingada.

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