Pero es tributaria de los cuentos de la Revolución que el presidencialismo priista inventó
En su discurso de toma de posesión, la presidenta Claudia Sheinbaum borró a los presidentes sonorenses de su lista de preferidos históricos.
Como quien borra a Trotski de la Revolución bolchevique, a Carlos Franqui de la Revolución cubana o a Agustín de Iturbide de la Independencia de México.
No sé qué dirán los sonorenses de esta exclusión, ni qué harán con las estatuas de presidentes sonorenses que visten una de las mejores avenidas de Hermosillo.
¿Habrá bandas de correctores de la historia dispuestos a tirar las estatuas de Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Abelardo Rodríguez en Hermosillo?
Los presidentes sonorenses de que hablamos, sumados, representan 16 años de gobiernos posrevolucionarios de México.
Tomaron el poder en 1919, con la rebelión de Agua Prieta, y lo dejaron en 1936, cuando Lázaro Cárdenas acabó con el poder de Calles y lo echó del país.
Subrayo esto: el presidente Cárdenas, uno de los próceres que la presidenta Sheinbaum tiene en su lista, es quien es porque acabó con el poder transexenal de su antecesor, el sonorense Plutarco Elías Calles.
La presencia sonorense en la historia de la Revolución mexicana es determinante.
Obregón fue el general ganador de la guerra civil contra Villa y Zapata y el triunfador en su puja con Carranza por la Presidencia.
Los años del poder sonorense fueron los de la doma, a sangre y fuego, de los revolucionarios levantiscos, los años de la creación del Banco de México, de un primer gobierno federal fuerte y de un partido político que ordenó las pasiones desatadas de la “familia revolucionaria”, el Partido Nacional Revolucionario, PNR.
El PNR llevó a Cárdenas a la Presidencia. Cárdenas lo volvió el Partido de la Revolución Mexicana, PRM, que llevó a la Presidencia a Manuel Ávila Camacho, quien a su vez hizo presidente a Miguel Alemán, el creador del PRI, que salió de Los Pinos hasta el año 2000.
Ningún presidente posrevolucionario, de 1940 a 2000, está en la lista de preferidos de la presidenta Sheinbaum. No se reconoce en la historia de su puesto.
Pero es tributaria de los cuentos de la Revolución que el presidencialismo priista inventó.
Mañana, un apunte sobre esos cuentos.