Elecciones 2024
Elecciones 2024

Es propio de la democracia eficaz el escrutinio y la crítica. No es justificable que el grupo en el gobierno no atienda con prudencia y con ánimo conciliador las voces independientes y los cuestionamientos de la sociedad. El largo y accidentado recorrido hacia el triunfo, ya en el poder, propicia una mentalidad de guerra. Eso lo explica, pero no justifica el uso excesivo de la propaganda y la actitud hostil a toda expresión que difiera del proyecto en curso.

Lo que a estas alturas no se entiende es la actitud pasiva y medrosa de sectores sociales que se inhiben de hacer valer sus objetivos y causas frente al abuso o los excesos de poder. El país requiere de contrapesos y de expresiones independientes y de oposición. La independencia tiene sus costos y más cuando se acompaña de señalamientos hostiles de quien conduce el país. Aún así debe persistirse, sin ánimo de confrontación. El miedo puede conducirnos al alumbramiento de una sociedad complaciente y silenciosa.

El objetivo no debe ser la tranquilidad del silencio. Es encomiable que intelectuales afines al Presidente participen apoyando al proyecto o a los valores que les animan. De la misma forma, los observadores que no se enmarcan en la geografía partidaria o política de Morena, por su independencia, mucho es lo que aportan al debate nacional. Los opositores tienen el reto de no reeditar a lo que se oponen; la verdad, la honestidad intelectual y el ánimo propositivo deben ser ejes de la discusión pública.

En pocos meses estaremos a la mitad del gobierno de un proyecto político que se comprometió a emprender un cambio profundo para erradicar la corrupción y poner en el centro de la mesa la desigualdad social y a los marginados. La pandemia no estaba en el horizonte y esto significa que muy probablemente los propósitos y las intenciones no lleguen a materializarse. Aún así, hay éxitos que se han consolidado como propósito, sobre todo la austeridad y el reivindicar en el discurso y en la ley la igualdad para todos. Debiera incorporarse la legalidad y la certeza de derechos y, sobre todo, que lo que se prometa se cumpla o al menos, sin demagogia de por medio, se intente cumplir.