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Juguetón, mas no por ello irrespetuoso, el encabezado de esta columna nace de su contenido: reseñar y comentar por medio de viñetas algunos de los sucesos, de diversa índole, generados durante la visita a nuestro país de su santidad, el papa Francisco, pontífice de la Iglesia católica. Visita que al escribir estas líneas está culminado en Ciudad Juárez, Chihuahua.

Eliminar privilegios

Tal vez por venir de Cuba, donde hizo una breve escala, el papa Francisco llegó tumbando caña. En Palacio Nacional, ante el presidente, su gabinete y los líderes políticos y económicos del país, ante los más poderosos, pues, expresó: “Cada vez que buscamos el camino del privilegio o del beneficio de unos pocos, en detrimento del bien de todos, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción”.

El obispo de Roma hizo un llamado a los líderes mexicanos ahí presentes, los dueños de todo, a dar a la gente oportunidades de ser “dignos actores de su propio destino”; a permitir y ayudar a todos a tener acceso efectivo “a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimentos, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y paz”. Los presentes, a los que iba dirigido el dardo salido de la santa boca del máximo jefe de la Iglesia católica, reaccionaron aplaudiendo; como si con los aplausos pudieran borrar lo dicho por su santidad al que de pronto —alucinación colectiva- lo vieron y escucharon como si fuera un “loquito mesiánico”, un peligro para México.

Pelear como hombres

El siguiente mensaje de Francisco fue dirigido a la Conferencia del Episcopado Mexicano, es decir, a los obispos y arzobispos nacionales que entraron a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México con la soberbia y arrogancia con la que acostumbran conducirse algunos de ellos -hay honrosas excepciones- y salieron con la cola entre las patas, después de escuchar al santo padre, quien los conminó a no distraerse con pugnas internas y estar cerca de los fieles. “Si tienen que pelearse, peléense; si tienen que decirse cosas, díganselas, pero como hombres, en la cara, como hombres de Dios, que después van a rezar juntos”. Me gustó cuando les dijo: “No le tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar” (…) “No se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa, no pongan su confianza en los carros y caballos de los faraones actuales (…) La Iglesia no necesita príncipes”.

¿Cómo le cayó a la jerarquía las palabras de Francisco? ¿Cambiarán su actitud o una vez que el jefe regrese al Vaticano, ellos seguirán igual?

No todo se puede

El sábado, el papa estuvo a solas frente a la Virgen de Guadalupe, con lo que cumplió su íntimo deseo de contemplar la imagen y rezar ante ella.

El domingo, el primero de la Cuaresma, el santo padre estuvo en Ecatepec, diócesis que fuera de Onésimo Cepeda, obispo emérito que no estuvo presente. Quizá ese día torearía alguno de los novilleros que apodera o tuvo torneo de golf o simplemente, no quiso ir.

En Ecatepec, el máximo jerarca de la Iglesia católica, ante más de 320,000 personas, manifestó su deseo para que en México se brinden prioridades a “todas las iniciativas”, para “que no haya necesidad de emigrar para soñar; no haya necesidad de ser explotado para trabajar; no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de pocos.

Al siguiente día, en San Cristóbal de las Casas, en su homilía utilizó palabras de lenguas autóctonas y pidió perdón a los indígenas porque sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad actual. Autorizó formalmente las ceremonias litúrgicas en lenguajes originarias. Su voz también se alzó en defensa de la naturaleza. “La violencia que hay en el corazón humano herido por el pecado también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes”.

En Morelia, reunió a 81,000 jóvenes a los que conmovió al expresarles: “Jesús nunca los invitaría a ser sicarios, él nunca nos mandaría a la muerte”. Con buen humor les dijo: “No pierdan el encanto de soñar, atrévanse a soñar, que no es lo mismo que ser dormilones”.

Hay quien dice que al papa le faltó una llamada de atención sobre la pedofilia clerical. Es obvio que tuvo que negociar los temas a tratar. A cambio de no tocar a los curas pederastas, si Francisco pasa 10 días más en México, nos levantamos en armas (o en almas) con él.

Humor negro

No recuerdo si fue a Paulo VI o a Juan Pablo II, al que le sucedió que su secretario particular le dijera: “Santidad, en la antesala hay un señor, procedente de Estados Unidos, que dice estar dispuesto a dar 1 millón de dólares, como limosna para la Iglesia, sólo por verlo a usted”.

“¿Un millón de dólares, sólo por verme?”, preguntó el papa con sorpresa. “Sí, contestó su secretario”. “Bueno, dígale que pase”. El secretario se dirigió a la puerta que comunicaba a la antesala, la abrió y voceó: “Adelante, señor Stevie Wonder”.