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Si algo saben hasta los más fieles seguidores de López Obrador es que la inseguridad, violencia, crimen organizado e impunidad son el más grande problema de este país.

Gracias al manejo magistral de la propaganda, el régimen ha logrado desasociar la falta de resultados en temas como la seguridad pública de la figura presidencial, lo que logra que la factura no se le cobre directamente al presidente Andrés Manuel López Obrador.

Lo cierto es que la popularidad presidencial ha mantenido una caída sostenida, pero nada que ver con aquellos que todavía lo respaldan pero que de forma mayoritaria aceptan que la inseguridad se ha incrementado durante este sexenio.

Sólo tres de cada diez mexicanos, de acuerdo con Consulta Mitofsky, se atreven a decir que la situación de seguridad está mejor con este régimen.

Evidentemente entre los analistas el principal problema para que este país pueda crecer es la gobernanza y dentro de eso que le corresponde al gobierno, el lastre número uno es la falta de seguridad pública.

No hay más. El diagnóstico está todos los días en las calles de todo el país, en la enorme cantidad de delitos impunes, en los asesinatos y los desaparecidos, en las extorsiones y las palizas que descaradamente graban y comparten los criminales.

El único que no quiere ver las consecuencias económico-sociales de la criminalidad, que no se alarma por la desbordada inseguridad en el país es López Obrador y por consecuencia su clon electoral.

En México hay miedo, impotencia, desconfianza e incertidumbre, tal como lo marca el Compromiso Por la Paz del Episcopado Mexicano.

No hay un ataque electoral en ninguno de los 117 puntos del acuerdo dividido en siete temas: tejido social, seguridad, justicia, cárceles, adolescentes, gobernanza y derechos humanos. Sí hay un diagnóstico, pero ni siquiera se señala a un responsable.

Pero claramente es un análisis lo suficientemente preciso para desatar la paranoia habitual que se desata cada mañana.

Lo que molesta a López Obrador es que se evidencie el fracaso de su política de abrazar delincuentes, eso fue lo que desató su furia en contra de la diputada Popular de España, Cayetana Álvarez de Toledo.

Pero es el mismo análisis que hace la directora de la Agencia de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Avril Haines, quien, bajo juramento de decir verdad y en comparecencia frente al Senado de su país, dijo que hay partes de México bajo el control de los cárteles de la droga.

No lo inventó, ni quiere afectar a López Obrador, es la información que tiene el gobierno de Estados Unidos sobre la situación en México.

Pueden ser más difíciles de apreciar otros problemas del país creados por este régimen, como el desmantelamiento de las instituciones, los riesgos macroeconómicos provocados por el desequilibrio fiscal, la bomba de tiempo que es Pemex, los peligros mismos para la democracia, en fin.

Pero si algo tiene un consenso de la mayoría de los mexicanos es que el país es hoy más violento e impune que nunca.

En 200 días se va López Obrador, la pregunta es si queremos mantener el sistema de negación del gran lastre de la inseguridad, para mantener los abrazos a los delincuentes, o si se debe plantear con honestidad un cambio en la estrategia que no ha funcionado.