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Porque siempre hay un tuit, éste que posteó el canciller Marcelo Ebrard el miércoles pasado es algo más que una inocente forma de compartir información de The New York Times.

El mensaje de Ebrard incluía la fotografía de una nota de ese medio estadounidense que decía: “Ultimas Noticas: California detalló una prohibición radical de la venta de autos nuevos de gasolina para el 2035, una medida que podría acelerar la transición global a los vehículos eléctricos”.

Retuitear este mensaje ya es toda una declaración política, pero para no dejar dudas de la posición del político morenista agregó su propio texto: “En 12 años no se podría comprar un vehículo a gasolina en California. Por eso acelerar (sic) los vehículos eléctricos en México es crucial”.

Los verdaderos expertos en movilidad sustentable podrían en este punto tener toda una discusión sobre lo conveniente de impulsar la electrificación de la movilidad sobre alternativas como el hidrógeno.

Pero este no es el punto de discusión en un país como México que ha decidido en este sexenio retroceder décadas enteras hacia el privilegio de los combustibles fósiles, algunos tan contaminantes como el combustóleo y el carbón.

Y esa es precisamente la trascendencia del mensaje de Marcero Ebrard, no sólo como integrante del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sino como abierto aspirante a sucederlo y como candidato del partido del propio Presidente.

En esas pocas líneas de Ebrard en Twitter hay un mensaje implícito muy claro, invertir 12,000 o 15,000 millones de dólares en la construcción de una refinería como la de Dos Bocas, va en contra de una tendencia mundial que ahora se acelera.

Ebrard respalda de manera clara las acciones recientemente asumidas por el Presidente, pero por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien apostó y ganó en el Congreso la aprobación de un presupuesto histórico para la transición energética del transporte.

Esta postura de Marcelo Ebrard se pone del lado de un sentido común que claramente debió molestar profundamente al autócrata.

López Obrador no tiene ningún empacho en decir que busca que la corcholata que le suceda deberá continuar al pie de la letra con su “Cuarta Transformación”.

Él diseñó un plan transexenal que sólo tiene dos caminos, o lo continúa él, por encima de lo que marca la Constitución, o se asegura de imponer a alguien con obediencia ciega que no tenga margen de tener ideas propias contrarias a su creación.

Marcelo Ebrard no puede negar ser partícipe de algunas de las más polémicas posturas de López Obrador en materia de política exterior. No está claro si el canciller está más del lado de la social democracia o del populismo latinoamericano.

Nada menos está última carta que firmó López Obrador para buscar injerencia en el sistema de justicia argentino para defender a Cristina Fernández viola, de entrada, su tan cacareada Doctrina Estrada. Imposible que este documento no tuviera la operación de la Cancillería.

Pero ese tuit, ese pequeño texto donde Ebrard fija su postura respecto al futuro de las energías para el transporte terrestre es todo un posicionamiento contrario a la postura energética de su jefe, el presidente López Obrador. Es todo un mensaje.

Transición energética

En contra

Invertir 12,000 o 15,000 millones de dólares en la construcción de una refinería como la de Dos Bocas, va en contra de una tendencia mundial que ahora se acelera.