Es una puesta en escena cuidadosamente calculada para mostrar fuerza, marcar jerarquías y dejar claro que la geopolítica del presente se negocia bajo los reflectores del poder duro y la simbología estratégica
Este viernes, cerca de las 13:00 h, tiempo del centro de México, Donald Trump y Vladimir Putin se encontraron frente a frente en Alaska. Trump busca un alto al fuego en la guerra entre Rusia y Ucrania.
De acuerdo con el doctor Daniel Zovatto, director de Radar Latam 360 y politólogo:
Estamos siendo testigos de una nueva etapa en la política internacional, marcada por el predominio de relaciones bilaterales y vínculos personales entre líderes, en un contexto de debilitamiento extremo —cuando no de virtual invisibilidad— del multilateralismo.
En este nuevo “desorden internacional”, la diplomacia se ejerce de líder a líder, particularmente entre las tres grandes potencias. Aunque Rusia se encuentra por debajo de Estados Unidos y China en términos de poder económico y militar global, sigue conservando un estatus de gran potencia, y esta cumbre supone un reconocimiento explícito de ese papel.
Se trata de una diplomacia personalizada, conducida por líderes que proyectan una imagen de fuerza y autoridad —a menudo con un marcado estilo de “macho alfa”— y que se mueven guiados por la lógica de la competencia estratégica y la defensa de sus áreas de influencia.
Este modelo refuerza una dinámica de poder donde el diálogo multilateral queda relegado, y las decisiones más trascendentales se negocian en espacios reducidos, entre pocos actores, con escasa transparencia y un alto componente de cálculo geopolítico. Y para poder participar en este en extremo pequeño y exclusivo club, como Trump le dijo a Zelensky en la reunión de la Casa Blanca, hay que tener “las cartas”.
La imagen en directo de los dos aviones presidenciales (de EE.UU. y Rusia) aterrizando en la base aérea de Alaska, con todo el despliegue de poder que los acompaña, envía un mensaje inequívoco: así es como, de ahora en adelante, se manejarán las relaciones internacionales.
Es una puesta en escena cuidadosamente calculada para mostrar fuerza, marcar jerarquías y dejar claro que la geopolítica del presente se negocia bajo los reflectores del poder duro y la simbología estratégica.
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