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La frase la pronunció en Villahermosa, Tabasco, Graco Ramírez, refiriéndose a Javier Duarte de Ochoa, mandatario de dicho estado. Hasta el momento de redactar esta columna, no se sabe si por expresarse así de su homólogo, el gobernador de Morelos se encajó los cuerpos duros y cortantes, adheridos a las mandíbulas, en el órgano muscular situado en la cavidad bucal, con el cual degustamos, deglutimos, y modulamos los sonidos todos los vertebrados, incluyendo a Virgilio Andrade.

Lo que sí es un hecho es que un fantasma recorre Veracruz, el fantasma de los candidatos a la gubernatura del estado, todos ellos, sin excepción, en sus campañas están usando la promesa y, al parecer, tienen intención de cumplirla, de que si las urnas les favorecen van a castigar la corrupción y el mal gobierno de Duarte de Ochoa.

En el PRI, partido al que pertenece don Javier Duarte de Ochoa, apodado Ñoño por los ingeniosos veracruzanos, debido a su figura redonda y a su aflautada voz, no saben cómo quitárselo de encima -en sentido figurado, en sentido real bastaría con contratar los servicios de una grúa industrial. Por lo pronto, lo hicieron a un lado a la hora de escoger sucesor. Y por si fuera poco, el presidente nacional del partido, Manlio Fabio Beltrones, le pidió presentar “cuentas concretas y verdaderas ante los veracruzanos”.

Sin lugar a dudas, en el partido tricolor se han dado cuenta del lastre que significa para su imagen -de por sí deteriorada- el mal gobierno de Duarte de Ochoa. Según la Auditoría Superior de la Federación, Veracruz es el estado que más dinero ha desviado de sus recursos públicos en los últimos años, al no comprobar gastos por 35,421 millones de pesos desde el 2011.

Líneas arriba comenté que los aspirantes a gobernador de Veracruz por sólo dos años, están enfocando las baterías de sus campañas electorales hacía un mismo objetivo: el desastre financiero y los problemas de corrupción e inseguridad con los que dejará Duarte al estado. De esta estrategia se está valiendo hasta el candidato del PRI, el senador Héctor Yunes Landa, quien en un discurso calificó al mandatario de su propio partido como un pez gordo al que él, si llegara a ser gobernador, pescaría. Sabedor de lo dicho por su correligionario tricolor, el simpático Ñoño, le regaló a Yunes una caña de pescar para que “pescara peces gordos aunque fueran de su misma familia”. Héctor Yunes devolvió el obsequio, no sin advertir que con esa caña sólo podrían pescarse charales.

Con la expresión “peces gordos, aunque fueran de su misma familia”, Duarte quiso hacer alusión a Miguel Ángel Yunes, primo hermano de Héctor, político de pasado oscuro y de dudoso prestigio. Conocedor de las trampas y las técnicas rudas de la política, expriista, precandidato de la coalición PAN-PRD al gobierno de Veracruz, quien recientemente declaró que “a nadie extrañe que yo diga que voy a meter a Duarte a la cárcel. Duarte se lo ha ganado, su gente se lo ha ganado. Que devuelvan lo robado y que vayan frente a los jueces, eso es lo justo, eso es lo que la gente pide”.

Los conocedores y analistas de la política no dudan de que por primera vez en más de 80 años el PRI -desde que fue el PNR y luego el PRM— perderá el gobierno de uno de los estados considerados bastiones de ése instituto político: Veracruz; cuya gubernatura caerá en manos de un panista-perredista de ocasión, con auténtico ADN tricolor.

¿Cómo estará la situación, a que grado de deterioro habrá llevado los asuntos públicos Ñoño, que el electorado va a votar por un político lodero, cuya mano dura, uñas largas y malas mañas, conocieron cuando, siendo secretario de Gobierno de Patricio Chirinos, era el que ejercía el poder de manera real cada vez que Chirinos agarraba la jarra: un día sí y el otro también?

A 10 meses de que termine su mandato, Duarte de Ochoa ha impuesto el récord de ser el gobernante más repudiado por los veracruzanos, por su despotismo y soberbia. Además, hay que anotar en su haber que nunca había tenido la entidad un periodo de gobierno en el que hubiera tantos periodistas ejecutados.

Una prueba de que la soberbia es la inteligencia de los pendejos y que, en ese sentido, Duarte es inteligentísimo, la tuvimos el domingo pasado, cuando el gobernador, sin tacto alguno, creyendo que de verdad ha sido un gobernante de excepción querido por su pueblo, acudió al típico café del centro del puerto el popular La Parroquia, en donde los ciudadanos le mostraron su rechazo con gritos de ¡ratero, ratero! y ¡fuera, fuera!

Aunque, como buen mentiroso, negó su asistencia a la popular cafetería porteña, usted puede comprobar que sí estuvo y la forma en la que sus gobernados lo corrieron del lugar en el siguiente link: www.radioformula.com.mx/notas.asp?Idn=57265&idFC=2016

Como escribió nuestro director editorial, Luis Miguel González, la de Duarte es una patología crediticia paralela a la de Moreira, razón por la que me atrevo a darle un consejo: vaya inscribiéndose para hacer una maestría o cursar un doctorado en Barcelona, donde está en plenitud del pinche poder consular Fidel Herrera Beltrán; el mismo que lo nombró su sucesor, no por talentoso, sino por corpulento, para que le cubriera la espalda.