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En busca de un ángulo inédito, para comentar en mi columna, acerca del preso de moda, investigué su vida académica. Así me enteré de que estudió una maestría en Administración Pública y Desarrollo Internacional en la Universidad de Harvard. Por esta razón deduzco la poca atracción que lo nacional ejerce sobre él. Esto se hace evidente cuando sabemos que prefiere los dólares a los pinches pesos mexicanos. Supongo que está acostumbrado a ejercer actividades bajo presión y estrés, porque tiene una licenciatura en Economía por el ITAM. También cursó la carrera de derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), lo que significa que el Estado mexicano le pagó sus estudios para que, posteriormente, usufructuando una posición política dentro del mismo Estado, se convirtiera en un vulgar saqueador de éste. Malagradecido.

(A propósito, pido una plegaria por la UNAM, cuya Facultad de Filosofía y Letras, por las circunstancias ocurridas en las últimas semanas en torno a ella, un humorista con mala leche bautizó —a la Facultad, no a la leche— como “La Borracha” porque está tomada).

Ustedes disculparán la deformación profesional de quien escribe lo que usted lee que lo hace proclive a engendrar chistes mamones (de leche). ¡Basta, ya! Como dijo Luis Videgaray, antes de dejarse la barba, vamos al grano: Para mí, resulta increíble que una persona con los conocimientos, formativos y normativos, de Lozoya Austin, que, además, por cuestiones de ascendencia pertenece a la alta sociedad (es de alto pedorraje, diría don Renato Leduc), esté calificado, por cuestiones de moralidad, como un ladrón de la más baja ralea. (Atracar a la Patria y/o abusar de los cargos públicos para beneficio económico personal aparecen en el último lugar de la Tabla de Calificaciones de Latrocinios y Similares, por abajo de robarle a una borracha y empatados con quitarle un dulce a un niño).

De veras pienso, ¿tanto estudiar para qué? Me lo imagino preparando exámenes, desvelándose para obtener una buena calificación en materias como Historia Socio-política de México; Derecho Público y Constitucional; Teoría Económica y Teoría del Delito, entre otras muchas asignaturas. Obviamente, en su paso por la Preparatoria debe haber estudiado Ética. ¿De qué le sirvió todo ello? .

Le sirvió —contesto a mi pregunta— para que hoy sea el residente con mayor bagaje académico de la cárcel de Alhaurín de la Torre, en Málaga, España, donde estará recluido hasta que un juez decida si lo trasladan a Madrid para quedar a disposición del Juez de la Audiencia Nacional. También puede darse el caso que no vaya a Madrid, sino directamente sea extraditado a México.

Regresar a México para ser procesado por cohecho en la concesión de contratos de una empresa paraestatal; operaciones con recursos de origen ilícito; y delincuencia organizada es lo que menos desean el preso y su equipo de abogados españoles a los que ya debe de haberse agregado el mañoso chiapaneco Javier Coello Trejo, que con tal de aplazar la extradición de su cliente es capaz de inventar que éste está contagiado de coronavirus y que es urgente y necesario ponerlo en cuarentena en la mismísima China.

Alhaurín de la Torre es una de las prisiones españolas más conflictivas, con una sobrepoblación de internos agresivos: el año pasado se registraron, entre los reclusos, más de siete muertes violentas. ¡Gulp! En la red de complicidades en la que está inmerso Lozoya todo puede suceder. Pero no, lo peor que podemos permitir que le ocurra al maestro mexicano de corrupción es que los presos más perversos, como sucede en algunas películas, le den para sus tunas.

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-Licenciado, mi hijo se tragó una moneda.

-¿Y por qué me llama a mí? Yo soy abogado.

-Es que me dijeron que ustedes son muy buenos para sacar dinero.