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Las imágenes del aeropuerto de Kabul en donde aparecen miles de hombres, mujeres y niños queriendo salir de Kabul después de que los talibanes se instalaran en la ciudad para pronunciar su victoria tras una guerra de veinte años, evidencian la desesperación y el terror por saber la vida que les esperaría si se quedaran.

Quienes vemos allí, en su mayoría son extranjeros que buscan ser repatriados, sin embargo, no dudemos que al final cientos de ellos sean originarios de Afganistán.

Una turba de gente que sabe que, con la llegada de los talibanes al poder, parte de su vida quedará limitada o simplemente destruida, en especial la de las mujeres.

Voces como la de la Nilofar Bayat, basquetbolista y capitana del equipo de basketbol en silla de ruedas de Afganistán han comenzado a pedir ayuda al mundo entero a través de los medios, por ahora que todavía pueden, por el terror de saber que lo que hayan hecho con su vida hasta el día de hoy, quedará aniquilado por la violencia y el dominio de los talibanes.

Ella, lleva 20 años en una silla de ruedas justamente por un misil que le alcanzó cuando era pequeña y así ha hecho su vida en un espacio, por así decirlo, con libertades, con derechos y con miras a un futuro que desde hace unos días ha quedado en pausa.

Miedo, espanto, pánico e impotencia es lo que en este momento la población está sintiendo, y es por eso que millones de ellos tratan e intentarán abandonar el país a como de lugar.

Las mujeres, las más afectadas serán las que se queden, las que no alcancen un espacio en los aviones, las que se queden relegadas quedarán bajo un régimen que les prohibirá una enorme lista de acciones que por derecho y/o de manera natural las llevaban a cabo.

Ir al doctor, salir de sus casas, subirse a una bici, salir con sus amigas, estudiar, vestirse como quieran, por decir algunas.

Sus libertades comienzan a erosionarse como en la imagen que circuló por las redes sociales en donde militantes talibanes comenzaron a tapar con pintura blanca las imágenes de mujeres publicitando marcas afuera de un salón de belleza.

Los talibanes han querido dejar claro que “esta vez” no serán tan radicales, pero sus acciones dejan poco qué desear y qué creerles.

Bien los describió Ghulam Isaczai, representante permanente afgano ante la ONU “Hemos sido testigos una y otra vez de cómo los talibanes han roto todas sus promesas y compromisos en el pasado”.

La fotografía que hoy les muestro fue tomada en el 2001 por el reconocido fotoperiodista Yannis Behrakis (Qepd) en Afganistán, veinte años atrás que habían quedado atrás, la burka de cuerpo completo para no mostrar su cuerpo completo, la presión de una visión ortodoxa y dominante por los talibanes.

Esa mujer que vemos, quizá vio caer al régimen talibán y vio a las tropas de Estados Unidos llegar y con ello, conocer la libertad y reconocer su propio cuerpo y su existencia como algo normal.

A lo que también ella puede estar viendo caer ese mundo de victorias construidas por millones de mujeres que pudieron salir a las calles, vestirse como quisieran, estudiaran una carrera, se preparan de manera profesional, salieran a hacer deporte, pudieran ir al doctor y viajar.

Hoy las mujeres están en la espera de saber si volverán a portar el burka, porque volverán a ser reconocidas como quienes portan “un rostro que es fuente de corrupción”.

No podrán salir solas de sus casas, a excepción de que alguien de sus familias las acompañe, no podrán estudiar ningún grado escolar, habrá terminado su acceso a servicios médicos, ni mucho menos acudir a una simple consulta.

Salir en bici, subirse a un taxi o a un autobús, se terminarán los viajes, tomarse fotos o grabarse. No podrán usar tacones, ni asomarse por sus balcones y por supuesto si no cumplen con las nuevas reglas, podrán ser humilladas y golpeadas a latigazos frente a la gente.

No habrá deporte, ni acceso a festividades, ni ropa femenina, ni acceso a baños públicos, ni se podrán publicar imágenes de mujeres en revistas o en espacios de publicidad.

No podrán reírse en público o escuchar música.

Nadie pensaría que la fotografía de Yannis fuera también un augurio de que pudieran regresar y volver a aislar, repeler y reprimir a la mujer.

En tiempos en donde todo se ve gracias a las redes sociales podemos acercarnos a un conflicto que parecía haber sido moderado y que, ante las políticas internacionales de Estados Unidos, ha quedado en el abandono y en la suerte de un grupo de hombres que impondrán las más estrictas leyes talibán.

En la imagen la mujer camina con los brazos cruzados, como si fuera ella misma quien se diera un fuerte abrazo de consolación, de soporte y de comprensión ante el miedo que le corre por todo su cuerpo al caminar de lado de los militares que le han impedido vivir libremente.

El terror, en las mujeres en Afganistán - screen-shot-2021-08-16-at-192855
Foto de Yannis Behrakis. (Archivo 2001)