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Un extraordinario reportaje de investigación de Alfredo Corchado y Kevin Krause, publicado por el Dallas Morning News, ofrece penetrante retrato del desprecio por México con que puede proceder su socio dominante en la guerra contra las drogas, Estados Unidos.

“Trato mortal” (Deadly deal) se llama el reportaje y da cuenta de la negociación de Osiel Cárdenas con la DEA y los tribunales estadunidenses para que Osiel les diera información y dinero a cambio de que los jueces le redujeran la sentencia. (http://interactives.dallasnews.com/2016/cartels/)

Las dos cosas sucedieron. A través de su abogado y sustituto, Juan Jesús Guerrero Chapa, la DEA recibió 50 millones de dólares, en distintas entregas de dinero en efectivo, pasadas ilegalmente por la frontera, y la entrega de propiedades, helicópteros y aviones.

Osiel Cárdenas dio información precisa sobre cómo y quién operaba en su ausencia el tráfico en Tamaulipas, en particular algunos capos de Los Zetas, a los que él había inventado a principios del siglo y con quienes mantenía una buena relación, al punto de que parte del dinero que entregó Guerrero Chapa a la justicia americana le fue dado por los propios Zetas.

En pago de todo esto, Cárdenas recibió una sentencia de solo 25 años, que le permitirá quedar libre al cumplir 64. De nada de esto fue informado el gobierno mexicano.

Osiel Cárdenas fue detenido en México en el año 2002 y extraditado a Estados Unidos en 2007, operación que se describió entonces como un signo de “ejemplar cooperación binacional”.

Cárdenas llegó a su trato con la DEA en 2008. Luego de cumplir con la entrega del dinero y de la información, fue sentenciado en Houston, a principios de 2010, en un juicio donde le fueron levantados 12 de los 17 cargos originales que tenía.

El juez decidió emitir la sentencia en una corte cerrada al público, cosa inusitada, porque, dijo, temía por la integridad del acusado y los presentes.

Hizo bien. Para ese momento Los Zetas sabían ya que Osiel había hecho el trato de delatarlos con la DEA. Sentían a sus perseguidores pisándoles los talones y llegaron a la conclusión correcta: Osiel los había entregado. Lo que siguió fue una de las mayores epidemias de sangre de la guerra mexicana contra las drogas.

(Mañana: El socio indecente/ II)

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