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En mi colaboración del pasado jueves, mencioné al prescindible Hilario Ramírez Villanueva, alcalde de San Blas, Nayarit. No quise perderlo de vista para ver lo qué haría el domingo en el Día Internacional de la Mujer. El edil reiteró, como disco rayado, sus disculpas “a la niña Rosita” -la jovencita a la que le levantó la falda del vestido.

Quería saber qué clase de festejo en honor a la mujer a la que dice respetar y admirar porque él tiene hijas, hermanas y, aunque alguien lo ponga en duda, madre, organizaría el nayarita que celebró su cumpleaños con una fiesta que costó 15 millones de pesos.

Según un comunicado enviado por su equipo de prensa, en la plaza principal de San Blas, se desarrolló desde las 5 de la tarde, “con un lleno total” y un gran ambiente, la conmemoración, en donde las mujeres convivieron atendidas por el presidente municipal y los funcionarios del ayuntamiento. Como un regalo especial hubo un “bonito programa cultural y artístico de calidad que disfrutaron mucho”. (Programa que contrastó con la actuación de la Banda el Recodo que el alcalde llevó a su festejo). Según el boletín: “durante el evento (las mujeres agasajadas) “recibieron grandes obsequios”, entre estos un refrigerador, una estufa, una lavadora y más de 200 planchas” (Me imagino que el refrigerador, la estufa y la lavadora se rifaron y como premios de consolación dieron las planchas).

Por último, transcribo del boletín: “el Presidente Layín aprovechó la oportunidad para invitarlas a otra gran celebración en su honor el próximo 10 de mayo, en la que habrá, adelantó, muchas sorpresas y alegría”. (Al parecer les van a dar el cable para que conecten sus planchas. ¡Ahí madre!).

El otro San Blas

El nombre de la población porteña me hizo recordar una ciudad homónima, otro San Blas; la tierra del doctor Eduardo Torres, personaje descubierto por Augusto Monterroso que dedicó un libro a narrar la vida y a analizar la obra del literato y pensador sanblasense, que tituló: Lo demás es silencio.

Hasta ahora no se sabe si don Eduardo fue un espíritu chocarrero, un humorista, un sabio o un tonto. Hay que leer el libro para comprenderlo. Aquí les ofrezco tres aforismos de su creación, compendios de sabiduría: ¡Pocas cosas como el universo! La virginidad hay que usarla antes de perderla. Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista.

El Guayabo

La historia que relataré sucedió en San Blas de Torres, así se llama ahora la ciudad en honor al ilustre don Eduardo. En el rancho de don Hilarión Mena, nació un becerro de características excepcionales. Hijo de un toro Jersey y una vaca Holstein; desde añojo mostró buena genética y desarrolló buena pinta, echó carnes desde eral y mostró mucho interés por las vacas. Ese novillo -dijo don Hilarión- va a ser buen semental. Se llamará el Guayabo. Tal y como lo vaticinó su dueño, el Guayabo, fue muy bueno para cubrir a las vacas, que con él tenían crías de lo mejor.

La fama de buen semental del Guayabo corrió entre los ganaderos de la región que se acercaron a don Hilarión para proponerle el alquiler del bovino para cruzarlo con sus vacas. El Guayabo -dijo- cuesta 5,000 pesos por vaca puesta medio día en mi rancho. Híjole, es tan caro como Montana -dijo un ranchero al que habían invitado a una fiesta partidista en Vallarta. Pero vale la pena -dijo el más entusiasmado- mañana le llevaré la primera.

El Guayabo cumplió como los buenos, vaca que le llevaban, vaca que salía preñada y con una cría genéticamente mejorada. Dado el éxito, don Hilarión subió la tarifa a 7,000 pesos por una cruza con Guayabo. Algunos colegas se quejaron pero los resultados que daba el semental eran tan espectaculares que soportaron el aumento.

La cuerda se rompió cuando don Hilarión pidió 10,000 pesos por cubierta. Los ganaderos fueron a quejarse con el alcalde quien tuvo una idea: propongo que el Guayabo sea comprado por el ayuntamiento y puesto a la disposición de todo ganadero que lo requiera. El aplauso aprobatorio se escuchó en la sala de prensa de Los Pinos.

A solas don Hilarión Mena y el munícipe fijaron el precio de Guayabo. –Te lo voy a dejar en medio millón de pesos. –Que sean 650,000.00 porque ocupo un dinero. –Órale pues, va con moche.

Adquirido por el municipio, el Guayabo fue puesto a disposición de los ganaderos. Pero he aquí que a la primera vaca que le llevaron ni caso le hizo. Es que está muy flaca dijeron y le llevaron una mejor por la que tampoco mostró interés. Desesperados le trajeron una vaca chichona y de buen cuadril. Pero Guayabo no la peló.

El edil habló con don Hilarión: Óyeme si no fuera porque ya me gasté el dinero en la fiesta de XV años de mi Beba te devolvía el dinero porque el Guayabo resultó un fiasco. A ver, déjame solo con él -pidió don Hilarión, que le preguntó a la res: ¿Qué te pasa Guayabo? ¿Por qué ya no te les montas a las vacas como lo hacías antes cuando eras mío? El toro le respondió: Es que ahora soy empleado del gobierno.