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El Palacio de Cobián vivía una actividad frenética la noche del viernes 30 de noviembre. Los mandos medios y superiores del equipo saliente habían extendido la jornada laboral y esperaban pacientes el arribo de sus sucesores. El relevo en la Secretaría de Gobernación había sido programado a las 23:00 horas, simultáneamente con los relevos en la Defensa Nacional y la Marina.

La disciplina y puntualidad castrenses nuevamente quedaron demostradas, pero cuando faltaban 20 minutos para que iniciara el nuevo sexenio, todavía no se concretaba el cambio de estafeta entre Olga Sánchez Cordero y Alfonso Navarrete Prida. La ministra en retiro y senadora con licencia había llegado con el futuro subsecretario de Gobierno, Zoé Robledo, y su coordinador de asesores, Jorge Alcocer. En camino, Alejandro Encinas, encargado de la agenda migratoria. Y de la responsable de atender a las organizaciones de la sociedad civil, Diana Álvarez Maury, nadie tenía noticias. ¿Algo más importante que cumplir con el trámite de la entrega-recepción?

Navarrete Prida estaba apurado. A la medianoche —según el cronograma de la cuarta transformación— debía estar en la sede de la Comisión Nacional de Seguridad para atestiguar la unción de Alfonso Durazo Montaño. Pero ni el exsenador sonorense ni los 12 funcionarios del nuevo gobierno que protestaron sus cargos contaban –en ese momento con el documento oficial que les faculta administrativamente.

Con media hora de retraso se estrenaron los civiles que se harán cargo de la protección de los ciudadanos. Allí estaban los exgobernadores Leonel Cota y Alfonso Sánchez Anaya, el general Audomaro Martínez Zapata y Francisco Garduño Yáñez, quienes compartieron con AMLO orígenes partidistas y andanzas durante las dos campañas presidenciales fallidas. Franco Fabbri asumió el secretariado técnico del Consejo de Seguridad Pública y el excoordinador de giras de Chiapas, David León, aceptó la dirección general de Protección Civil para instrumentar un nuevo plan nacional en la materia —“el ABC para los casos de inundaciones, incendios, temblores y otros desastres”— que todavía nadie conoce, fuera de la esfera del nuevo gobierno.

El exmandatario tlaxcalteca protestó como titular de la Unidad de Enlace Administrativo y Financiero de la nueva Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, aunque el acuerdo que determinó los lineamientos para crear esas instancias fue firmado y publicado por el nuevo secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, en el Diario Oficial de la Federación. Experto en presupuestos —fue dos veces secretario de Finanzas antes de ser gobernador—, Sánchez Anaya cumple a plenitud con los requisitos para ser UAF, aunque en términos del nuevo organigrama de la administración pública federal, deberá reportar directamente a la oficial mayor única, Raquel Buenrostro, y al secretario de Hacienda.

La protección civil, en ruta. ¿Y la seguridad pública? ¿Y la procuración de justicia? La Guardia Nacional solo existe en el papel. Y mientras procesa el nombramiento del nuevo fiscal general, como encargado de la PGR quedó Alejandro Gertz Manero.

Para los 18 secretarios del nuevo gobierno, las 72 horas previas a la transmisión de poderes han sido frenéticas. En una logística coordinada por el secretario particular de AMLO, Alejandro Esquer Verdugo, y el canciller entrante, Marcelo Ebrard, cumplieron con su primera encomienda oficial: recibir a los jefes de estado y de gobierno que serán testigos del arranque de la cuarta transformación.

El sitio web del gobierno federal —centralizado hace tres años por la coordinadora de la Estrategia Digital de Los Pinos y ahora senadora pevemista, Alejandra Lagunes— pasó más de 36 horas sin actualizaciones. Y 14 de los 18 micrositios correspondientes a las secretarías de estado simplemente enmudecieron. ¿Y las obligaciones de transparencia? ¿Y los trámites y servicios? El inicio de la cuarta transformación justifica esas y otras flojedades.

Las primeras manifestaciones de un nuevo estilo, alejado de la “parafernalia del poder” sin duda, pero también poco respetuoso del marco legal vigente. El sábado, muy temprano, 11 de los integrantes del gabinete atienden el instructivo de la cancillería y después de un desayuno frugal abordan dos camionetas Sprinter para trasladarse al Palacio Legislativo, junto con el coordinador de asesores de AMLO, Lázaro Cárdenas Batel. A la cita, por obvias razones, no acuden la ministra Sánchez Cordero ni Marcelo Ebrard, ni los titulares de Sedena y Semar.

La cancillería controla la agenda presidencial el primer día de la 4T. El primer acto formal del gobierno entrante ocurre antes, con la firma de un Plan de Desarrollo Integral dirigido al fenómeno migratorio que atraviesa la región, firmado con los presidentes de Honduras y Guatemala, el vicepresidente de El Salvador y la secretaria ejecutiva de la Cepal.

Finalmente, a las 15:00 horas, el Ejecutivo federal toma protesta a los integrantes de su gabinete. Y enseguida, al staff de la Oficina de la Presidencia —Cárdenas Batel, Esquer Verdugo, Alfonso Romo, Gabriel García Hernández, Julio Scherer Ibarra y Jesús Ramírez Cuevas—, además de los directores generales de CFE, Manuel Bartlett Díaz, y de Petróleos Mexicanos, Octavio Romero Oropeza.

Otra vez en bloque —con la excepción de los altos mandos de la Marina y el Ejército— los funcionarios de la cuarta transformación ocuparán la primera fila de la zona para invitados especiales en el Zócalo capitalino. La primera en retirarse es la secretaria de Gobernación, quien se trasladará al Palacio de Cobián para tomar la protesta a sus subsecretarios, su coordinador de asesores y los titulares de las unidades de Administración y Finanzas, Juan Manuel Flores Athié, y Comunicación Social, Héctor Gandini.

Para la vocería de Relaciones Exteriores se perfila Roberto Velasco, quien perteneció al cuerpo diplomático acreditado a la embajada en Estados Unidos durante la renegociación del T-MEC y anteriormente trabajó en el área de asuntos globales del alcalde de Chicago, Rahm Emanuel. Antes de su periplo en la Unión Americana, fue secretario técnico en la ALDF.