Elecciones 2024
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El pasado domingo se llevó a cabo la elección interna para elegir a la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido que durante casi ochenta años cortara el bacalao en la política nacional y que en la actualidad, con trabajos, apenas corta una sardina.

En la contienda participaron tres parejas con aspiraciones de dirigir el partido que con el nombre de Partido Nacional Revolucionario (PNR) fundara el general Plutarco Elías Calles y que con la denominación de Partido Revolucionario Institucional colapsaran Enrique Peña Nieto y sus secuaces. Las fórmulas presentadas fueron la de Alejandro Moreno y Carolina Viggiano; la de Ivonne Ortega y José Encarnación Alfaro; así como la de Lorena Piñón y David Santos, para la presidencia y la secretaría general, respectivamente.

Pero he aquí que el otrora apodado partidazo, al parecer, ya no les interesa ni a los que antes, en el tiempo de las alforjas gordas, se declaraban orgullosos cofrades de la institución. Según los últimos registros el partido tricolor –que debe de ir pensando con qué color o colores va a sustituir a los de la bandera nacional- tiene registrada una militancia de 6 millones 368 mil 763 miembros. De los cuales -¡oh sorpresa! el domingo se presentaron a votar sólo el 27 por ciento. Es decir, un millón, 826 mil 447, menos de la tercera parte, de apachurrados priistas.

La empresa Mitofsky, realizó una encuesta de salida que arrojó los siguientes resultados: el 80.9% de los votos fueron para el campechano Alejandro Moreno; el 15.2% para la yucateca Ivonne Ortega; y el 3.9% para la veracruzana Lorena Piñón. Visto así, el exgobernador de Campeche puede presumir de un holgado triunfo pero si se comparan el número de sus electores con la cantidad de militantes priistas, los resultados son, como se verá, prácticamente insignificantes.

El 80.9% logrado por Alejandro Moreno del millón, 826 mil 447 militantes tricolores que se presentaron a votar el domingo pasado, suma un millón, 477 mil 595 sufragios que comparados con los 6 millones 368 mil 763 adherentes del revolucionario institucional, apenas hacen el 23.20%. Basados en esas mismas cifras sólo el 4.35% de todos los afiliados tricolores votó por Ivonne Ortega y únicamente el 1.11% lo hizo por Lorena Piñón.

¿Qué institucionalidad puede tener una dirigencia que fue electa solamente por el 23.20 por ciento de la totalidad de afiliados al partido?

Por otro lado, con la elección del domingo el PRI demostró que, aun al interior del partido, no puede desprenderse de las prácticas electorales de su creación que lo hicieron famoso en el mundo de la baja política.  Ivonne Ortega denunció que en la contienda dominical hubo dados cargados hacia el campechano al que de cariño le dicen “Alito”. A través de las redes sociales la exgobernadora de Yucatán denunció que la cúpula ofreció 3 mil pesos por voto, aunque a la mera hora sólo entregaron vales de despensa de 100 pesos. Se quejó de que en Chihuahua, al abrir una casilla, la primera persona que entró, la encontró con una urna llena de votos. También que miembros de un sindicato de transporte fueron acarreados para votar en Oaxaca. En fin.

Como en la conocida fábula de la rana que ayudó al alacrán a cruzar el río y cuando éste se sintió en tierra firme le dio un piquete mortal al batracio argumentando de que no podía abstenerse de hacerlo porque el picar estaba en su naturaleza, así el Partido Revolucionario Institucional, se hace trampa a sí mismo, porque está en sus genes. Con las tramposas acciones cometidas el pasado domingo, el viejo y desprestigiado partido confirma que en la casa del jabonero el que no se cae resbala.

Mil columnas

Con la de hoy son mil columnas las escritas y publicadas por el textoservidor de ustedes en El Economista. Consciente estoy que mil columnas no son nada comparadas con las que deben de haber escrito y siguen escribiendo los grandes del periodismo nacional, algunos de ellos en esta casa editorial. Para mí que intenté aprender un oficio –y continúo en período de aprendizaje- a los 63 años de edad, mil columnas son un hito. Agradezco al ingeniero Jorge Nacer Gobera, presidente y director general de El Economista, al maestro Luis Miguel González, director general editorial; así como a los editores, compañeros y amigos como Alberto Vega quien ya no está en el periódico pero me trajo a él, toda la ayuda y la camaradería de las que he gozado en este lapso de trabajo.

Aprovecho para declarar, categóricamente, que en El Economista he tenido total libertad para publicar y no me han sugerido o impuesto ningún tema.

Woody Allen

Celebraré las mil columnas compartiendo unas frases del cineasta y escritor neoyorquino que me envió un muy buen amigo:  Sólo quien ha comido ajo puede darnos palabras de aliento. Morir es como dormir pero sin levantarse a orinar. El negocio más expuesto a la quiebra es el de la cristalería. Hay que trabajar ocho horas y dormir ocho horas pero no las mismas. El eco siempre dice la última palabra. Mi padre vendió la farmacia porque no había más remedio.