Elecciones 2024
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El futuro de Claudia Ruiz Massieu como lideresa del PRI está en manos de la militancia más dolida. En ciernes, la Asamblea Extraordinaria en la que decidiría incluso sobre un improbable —hasta ahora— cambio de siglas; en la competencia electoral tampoco hay buenas perspectivas para el otrora partidazo.

Para afrontar la elección extraordinaria en Monterrey —luego de que el Tribunal Electoral anulara el triunfo del panista Felipe de Jesús Cantú–, la ex canciller tuvo que recurrir a los servicios del exgobernador de Coahuila Rubén Moreira Valdés y comprometerse con el priismo regiomontano —lastimado desde que el centro impuso a Ivonne Álvarez, quien perdió la contienda por la gubernatura con el Bronco— a respetar las opciones locales.

Ruiz Massieu estuvo en Monterrey para presentar a Moreira como delegado especial. Y de allí viajó a Tijuana, para sostener un diálogo con la militancia en una entidad donde el PRI cumplirá tres décadas apartado de la gubernatura. Para las elecciones del año próximo —prometió— se decidirá al candidato en una interna. Habrá “piso parejo”, ofreció a los aspirantes a la nominación.

La también ex titular de Sectur cumplió una gira por el norte del país acompañada por los ex gobernadores de Chihuahua, José Reyes Baeza, quien funge actualmente como secretario de Acción Electoral del CEN, y el colimense Fernando Moreno Peña, delegado regional.

En Baja California, sin embargo, enfrentaron la hostilidad de una facción local, encabezada por la ex diputada federal y e secretaria de Asuntos Fronterizos del CEN, Nancy Sánchez, quien exigió terminar con el gatopardismo y la autocomplacencia.

“El priismo de Baja California no puede seguir siendo cómplice, tolerante y complaciente de eventos y reuniones selectivas en las que los eternos invitados son generalmente quienes pretenden asegurar su futuro político, utilizando la estructura para beneficio personal, fomentando el divisionismo al interior”, sentenció en una misiva que intentó entregar personalmente a Ruiz Massieu el pasado viernes.

Confrontada con la actual directiva estatal del tricolor, Sánchez —quien es senadora suplente de Vanessa Rubio— se ha enfocado a la articulación de un movimiento que aglutine a los marginados, bajo la bandera del “verdadero PRI”.

Y con la firma de medio centenar de ex legisladores y ex funcionarios locales, remitió una carta a la presidenta del CEN, Claudia Ruiz Massieu, para exponer la crisis que envuelve a las estructuras partidistas en aquella entidad fronteriza.

“Tenemos una dirigencia estatal ausente de sus obligaciones con la militancia, pero apegada a intereses muy personales y de sus grupos afines; una dirigencia estatal divorciada de las causas sociales, desapegada y ausente, pero en abierta relación con el gobierno estatal, de extracción panista; una dirigencia estatal complaciente, omisa y callada como oposición, pero enérgica, dura, crítica, agresiva y ofensiva contra su militancia”.

En ocho meses, Baja California tendrá la única elección para gobernador durante el primer bienio del sexenio lopezobradorista. Una elección para un Ejecutivo con un mandato de cinco años, a la que el PRI acudiría en la peor circunstancia de su historia. Con apenas 8 por ciento de la intención de voto, advirtieron en la carta remitida a Ruiz Massieu, el PRI está en riesgo de perder su registro como partido local.

¿Tal asunto le compete a la presidenta nacional del PRI? Sí —sostienen los priistas bajacalifornianos—, pues será la cita más importante del calendario electoral del 2019. Y las previsiones anticipan una catástrofe.

Sánchez y su grupo están inconformes por la designación reciente de David Ruvalcaba como líder del PRI en BC.

Una imposición de una voluntad centralista, se quejó. “No hay lealtad que premie la soberbia. No hay tolerancia que soporte la intransigencia. No hay mal que dure 30 años, ni militancia que lo aguante”.

La misiva dirigida a la ex integrante del gabinete peñista y actual legisladora federal aborda —en su primera parte— los problemas que generaron “el doloroso descalabro electoral del pasado 1 de julio.

“Los priistas no se sintieron representados y esta situación llevó a muchos militantes a cruzarse de brazos o a apoyar otros proyectos”, subrayaba la comunicación, “(tuvimos) una dirigencia alejada de sus candidatos y alejada de la militancia; y postulaciones de candidatos de dudosa trayectoria y prestigio. En varios casos los primeros sorprendidos fueron los propios priistas”.

La política de alianzas (en el 2018 el PRI participó en una coalición parcial con el PVEM y Nueva Alianza) “fue confusa y diseñada al margen de una estrategia de rendimiento electoral. Nuestros aliados eran al mismo tiempo competidores, lo que generó confusión entre los votantes”.

Y la “ineficiente canalización de recursos para apoyar las estructurales electorales y de promoción al voto”.

Pero sobre todo una “evidente pérdida de aceptación de las administraciones de origen priista. La mala calificación hacia nuestros gobiernos fue una constante. Junto con ello, los grandes problemas de inseguridad y los escándalos de corrupción acabaron por impactar en el partido en su proceso declinante. Desde el punto de vista de la vida interna del partido, la premisa no es: ¿por qué perdimos?, sino: ¿cómo pensamos que podíamos ganar?”.

EFECTOS SECUNDARIOS

CENTENARIO. Justo se cumplieron 100 años de la firma del armisticio que terminó con la Primera Guerra Mundial. Los procesos de pacificación son una prioridad global y en París se reúnen más de 60 jefes de Estado, organismos internacionales y 120 organizaciones de la sociedad civil para intercambiar experiencias y proyectos de gobernanza para fomentar la paz. Para representar a México fueron seleccionados tres proyectos: el “Índice de riesgos de corrupción en México”, del Imco; “Usar el argumento visual y estadístico para combatir la tortura”, del World Justice Project, capítulo México, y el proyecto “Transformación de la ONU en Parlamento Mundial para la paz y seguridad efectiva” del Centro Mexicano de Responsabilidad Global.