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Dice el presidente Andrés Manuel López Obrador que el Banco de México pronostica que no habrá “desarrollo” de 2% en 10 años. Esto es falso.

El Banxico es, en todo caso, el mensajero de este pronóstico que formula un grupo de analistas privados que se agrupan en una encuesta que, ciertamente, patrocina el banco central mexicano. En la edición más reciente de esta consulta, en la que preguntó a 39 grupos de análisis y consultoría económica del sector privado nacional y extranjero, hay un pronóstico que habla de un crecimiento promedio de Producto Interno Bruto durante los próximos 10 años de apenas 2.20 por ciento.

Es evidente que la estimación de los expertos va en sentido contrario de la creencia presidencial de que la economía mexicana va a crecer 4% en promedio durante el sexenio para llegar a 6% de crecimiento durante el 2024.

Tanto el Banco de México como los organismos internacionales y la propia Secretaría de Hacienda hacen cálculos del desempeño del PIB para este y el próximo año, nada más allá. Y todos coinciden en que este año el crecimiento rondará 1.6% y el próximo, menos de 2 por ciento.

Pero el hecho de que el presidente le adjudique al Banco de México el pronóstico de 10 años que hacen analistas privados tiene que ver con una tentación que tiene López Obrador.

Una de las coincidencias que hay entre los presidentes de México y Estados Unidos es que ambos quisieran meter la mano en sus respectivas políticas monetarias. Ambas manejadas de manera autónoma por bancos centrales.

Desde su tribuna mañanera, López Obrador ha dicho que quisiera que el Banco de México, además de controlar la inflación, apoyara en el crecimiento.

El mandato del banco central es claro, su labor casi exclusiva es mantener el poder de compra de la moneda. No hay nada en el texto legal de apoyar a la autoridad hacendaria en el impulso económico.

Pero ahí deja la mosca en la oreja el presidente, que basta con que un día amanezca con esa idea fija en la cabeza para que ordene a sus tropas legislativas que cambien la Ley del Banco de México.

Tenemos muchos años, décadas, sin que la inflación sea un tema de angustia económica en México. Y esto tiene que ver con la intransigencia del banco central en el manejo monetario para controlar las presiones inflacionarias.

Claro que un gobernante en busca de electores, que ama los mensajes populistas y que quiere quedar bien al costo que sea, como Donald Trump, claro, quisiera que su banco central tirara la tasa de interés para fomentar el consumo.

El Banco de México ha logrado estabilidad inflacionaria, y de paso cambiaria, ciertamente con un alto costo financiero para el gobierno que debe dar un premio alto a sus acreedores. Pero la política monetaria no está para relajarse de forma irresponsable, para fingir un crecimiento enfermizo.

Hoy, la inflación general está fuera del rango que el banco central considera viable, la inflación subyacente está en un mejor escenario, pero el inicio de un regreso en el costo del dinero dependerá de un análisis muy prudente de los banqueros centrales mexicanos, no de los deseos, quizá positivos, pero no expertos, del presidente López Obrador.

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